CALIFICACIÓN.- SOBRESALIENTE: 9
Ayer asistimos en la Cuarta Pared al estreno de ‘Solo un metro de distancia’, el último trabajo de Antonio C. Guijosa tras el enorme éxito cosechado con ‘Iphigenia en Vallecas’, ganadora de dos Premios Max. En un hermoso y emocionante texto escrito por él mismo, C. Guijosa aborda el tema del abuso sexual infantil de manera brillante y se encarga de llevarlo a escena con delicadeza y muchísima verdad. Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Muriel Sánchez y Camila Viyuela son las cuatro protagonistas -todas ellas estupendas- de ‘Solo un metro de distancia’, sin duda, una de las grandes sensaciones de este principio de 2020.
Tras impresionarnos con esa joya llamada ‘Iphigenia en Vallecas’, teníamos grandes expectativas depositadas en el siguiente trabajo de Antonio C. Guijosa. Y lo cierto es que nos ha sorprendido gratamente. En ‘Solo un metro de distancia’, C. Guijosa apuesta por un asunto espinoso y delicado, como es el del abuso sexual infantil, y lo plasma de una manera elegante y con gran sensibilidad. El resultado es un montaje bellísimo formalmente que desprende verdad y muchísima emoción. La visceralidad y la fuerza desbocada de ‘Iphigenia’ han dado paso aquí a un estilo más depurado, pero las dos obras tienen algo en común; irradian VERDAD. Y esta es una de las señas de identidad de Antonio C. Guijosa.
En la confección del texto se nota que ha existido una gran labor de investigación y documentación. Su autor refleja de manera fidedigna el dolor y el sufrimiento que tiene una persona a lo largo de toda su vida cuando, en su infancia, ha sufrido abusos. La historia comienza con una mujer paseando por la playa. Las cuatro actrices en escena ejercen de narradoras y se van alternando contándonos el drama de esa mujer llamada Inma. (Y lo hacen de una manera magnética y fascinante). Esa mujer de la playa está aparentemente tranquila, pero la llamada de su hermana rompe el delicado equilibrio en el que ha vivido. Le comunica que va a tener una sobrina. La noticia le provoca un torrente de emociones; Una niña pequeña en su familia, en su casa… Entonces, se le agolpan en la mente una multitud de recuerdos y se enfrenta de pronto a su doloroso pasado, y a una decisión trascendental: revelar el abuso sexual que sufrió de niña o permanecer en silencio. A lo largo de su periplo, otras personas se verán implicadas; su pareja, su hermana, su terapeuta, un enfermero que le salvó la vida, etc… Testigos más o menos próximos que buscarán entender una realidad que solo ella puede comprender. ‘Solo un metro de distancia’ nos cuenta no solo la historia de un abuso sexual infantil sino que aborda las consecuencias del daño, de cómo convivimos con él y qué pasa cuando nos damos cuenta de que estamos solos ante ese terrible dolor.
Uno de los grandes aciertos del texto es la estructura narrativa elegida por Antonio C. Guijosa. Durante toda la primera parte del espectáculo (unos 50-55 minutos), el autor nos cuenta la historia a cuatro voces, con todas las actrices ejerciendo de narradoras. Aunque puntualmente también se desdoblan en algunos de los personajes de la trama, y todas ellas se van poniendo en la piel de Inma. El texto fluye de forma trepidante y muy dinámica, acorde con la puesta en escena, sencilla, pero sumamente elegante. Durante toda esta primera parte, el montaje transcurre a velocidad de crucero. La trama engancha y, más aún, la forma que ha elegido C. Guijosa para contarla. Y, por si fuera poco, las cuatro actrices siguen magníficamente las directrices impuestas por el patrón del barco. El clímax de la primera parte -y de toda la obra- llega al ritmo de una canción de Sia, ‘Titanium’, un tema cargado de mensaje que Muriel Sánchez interpreta con mucho sentimiento mientras la acompañan, al piano, Beatriz Grimaldos y, al violín, Camila Viyuela. El montaje alcanza aquí momentos de una gran belleza y de muchísima emoción. La magia se apodera entonces del escenario.
Sin embargo, tras esa primera parte brillante, C. Guijosa cambia radicalmente de estilo, dejando a un lado las escenas narradas a cuatro bandas, y continua la trama con escenas convencionales de a dos: Inma con su hermana, Inma con su pareja, Inma con su terapeuta… De repente, esa magia que desprendía el montaje se evapora completamente y empieza una obra de teatro ‘normal’, con otros códigos. Nos resulta muy extraño; es, como si se produjera un cortocircuito. Desconocemos las razones que han llevado a Guijosa a cambiar el estilo narrativo. Lo que está claro es que, a partir de aquí, la trama se ralentiza y se suceden escenas que, a nivel interpretativo están muy bien, pero que rompen totalmente con el ritmo anterior. Afortunadamente, en la recta final, el autor reacciona y recupera la fórmula de narración a cuatro voces, en la que todas las actrices brillan y hacen un trabajo sensacional. No es fácil contar una historia de esta manera. El trabajo realizado por C. Guijosa es realmente espléndido tanto en la dirección de las actrices como en la puesta en escena.
A pesar de ese pequeño bajón que experimenta la trama, el montaje remonta en la recta final y se cierra con un desenlace pleno de fuerza y emoción, dejándonos un buenísimo sabor de boca. Tras ‘Iphigenia’, no era nada fácil enfrentarse a un nuevo proyecto, pero Antonio C. Guijosa ha tomado riesgos y, gracias a su talento, sale triunfante del reto ofreciéndonos un montaje original y muy hermoso, sencillo pero extremadamente cuidado, en el que el trabajo interpretativo de las cuatro actrices es realmente sobresaliente. Las cuatro están maravillosas y, además, desprenden mucha complicidad sobre el escenario. Talento, naturalidad, verdad y emoción; cuatro elementos muy presentes en esta historia y que las cuatro saben manejar con maestría. El resultado es uno de los mejores montajes que hemos visto en los últimos tiempos.
Aldo Ruiz
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