CALIFICACIÓN: EXCELENTE: 8
Hasta el 22 de mayo, en el Teatro Fernán Gómez se representa ‘Praga, 1941 (Jóvenes rubios no paran de gritar frente a mi casa)’, el primer monólogo de LaJoven, que cuenta con la dirección de José Luis Arellano y el texto de Paco Gámez. El dramaturgo andaluz aborda el holocausto a través de la figura de Petr Ginz, un niño checo de origen judío que lo vivió en primera persona. Primero, fue deportado al campo de Terezín y, posteriormente, fue trasladado a Auschwitz, donde fue asesinado en 1944. Gracias a un diario que escribió entre 1941 y 1942, Gámez ha podido relatar esta historia con el fin de que los más jóvenes la conozcan y deseando con que nno vuelva a repetirse. Raúl Pulido, en alternancia con Fernando Sainz de la Maza, encarna brillantemente al joven protagonista.
‘Praga, 1941 (Jóvenes rubios no paran de gritar frente a mi casa)’ es uno de los mejores monólogos que hemos visto en 2022 y, también, uno de los montajes más especiales. El primer monólogo de LaJoven cuenta la historia -desconocida para muchos- de Petr Ginz. Una visión del Holocausto desde el punto de vista de un niño que toca la fibra de todos los espectadores y, especialmente la de los más jóvenes, como pudimos comprobar el día que asistimos a la representación.
Paco Gámez ha hecho un trabajo espléndido confeccionando un texto con dos historias paralelas que confluyen a la perfección y que plasman con enorme realismo la visión del Holocausto de un niño judío. El texto de Gámez, que apenas dura 60 minutos, arranca en la actualidad, en Praga. La televisión informa que el transbordador ‘Columbia’ ha sufrido un accidente al volver a la tierra tras una expedición lunar. En las noticias sale un dibujo que había llevado uno de los astronautas: el globo terrestre visto desde el espacio. Daniel, un chico que vive en Praga, reconoce el dibujo y cree que hay varios similares en el trastero de su padre. En efecto, allí encuentra una caja con láminas y libretas firmadas por un tal Petr Ginz, un niño que vivió seguramente en esa casa en 1941 cuando los nazis ocuparon la ciudad. Daniel, que tiene la misma edad que Petr, lee con incredulidad cómo era la vida en las calles por las que él pasea en la actualidad. La voz de los dos chicos empieza a fundirse y los límites entre el presente y el pasado cada vez parecen más difusos. Daniel se pregunta qué hacer con el testimonio que ha encontrado por casualidad, si quedará algún superviviente de esa familia judía a la que entregar las pertenencias de Petr, o cómo conservar ese trozo de la historia.
¿Por qué Paco Gámez ha tenido la necesidad de contar esta historia? El dramaturgo andaluz desvela que su sobrino Daniel, de 14 años, tiene gran parte de culpa: «Me siento con mi sobrino Daniel, de 14 años, a leer lo que escribió Petr cuando tenía su edad. Hay un abismo entre los dos chicos. Me sorprende que no sepa ubicar bien el momento histórico, que sepa quiénes fueron los nazis por películas pero que no tenga claro lo que pasó ni por qué. Me preocupa que la empatía tardase en aparecer en su lectura, quizá por la coraza emocional del adolescente; seguramente, pero me pone en alerta». Entonces, Gámez se plantea varias cuestiones: ¿Qué tiene este chico del pasado que enseñar a los jóvenes del presente?, ¿En qué puntos se tocan el hoy y el 1940?, ¿Podría repetirse lo que pensamos que jamás podría repetirse?, ¿Y si ya hubiera empezado todo de nuevo? Y así surge ‘Praga, 1941 (Jóvenes rubios no paran de gritar frente a mi casa)’.
Partiendo del magnífico texto de Gámez, José Luis Arellano García nos brinda una puesta en escena que es una auténtica delicatessen de principio a fin. La base del escenario está compuesta por una plataforma giratoria -que juega un papel fundamental durante toda la obra– y que se se va movimiento en momentos importantes de la trama. Ya, la primera escena del astronauta, es un prodigio cómo está recreada. Y qué decir de todas esas maquetas que van apareciendo sobre la plataforma a medida que transcurre la acción y que representan son los lugares más emblemáticos en la historia de Petr. La idea de utilizar estas maquetas nos parece absolutamente genial tanto desde el punto de vista narrativo (para ubicarnos bien en la historia) como a nivel de puesta en escena. Destacar, por supuesto, la fantástica escenografía diseñada por Ikerne Giménez, autora también del vestuario; el diseño de luces de Paloma Parra, y la maravillosa música original de Alberto Granados que, a nosotros, nos ha encantado. Es una partitura hecha a la medida del montaje.
Raúl Pulido, en alternancia algunos días con Fernando Sainz de la Maza, encarna brillantemente al joven protagonista. El día que estuvimos nosotros en la sala pequeña del Fernán Gómez era Fernando Sainz de la Maza quien daba vida a Daniel, personaje que cuenta, a su vez, la historia del Petr Ginz. Sainz de la Maza realiza una vibrante actuación llena de verdad. Una interpretación muy completa que transita por muchos estados: desde la simpatía a la emoción, pasando por la ingenuidad de Petr y la entrañable relación con sus amigos, hasta llegar a momentos de máxima tensión y tristeza. Fernando exhibe una enorme naturalidad, un aspecto clave en esta actuación, y se gana el aplauso del público desde su primera escena.
En definitiva, ‘Praga, 1941 (Jóvenes rubios no paran de gritar frente a mi casa)’ es un magnífico monólogo destinado a todos los públicos y, especialmente, a los más jóvenes. Ellos deben conocer el relato de Petr Ginz para que la historia no vuelva a repetirse.