‘FUNDAMENTALMENTE FANTASÍAS PARA LA RESISTENCIA’: ALFREDO SANZOL ABORDA LA GUERRA DE UCRANIA MEZCLANDO VARIOS GÉNEROS EN UNA DELIRANTE COMEDIA CON ALGUNOS DESATINOS

CALIFICACIÓN.- NOTABLE: 7

Que Alfredo Sanzol es el mejor dramaturgo español de la última década es algo que muy pocos pueden poner en duda. Solo hay que mirar su extraordinario currículum en los últimos diez años para constatarlo. Desde que nos deleitará, allá por 2014, con ‘La calma mágica’, el autor navarro se ha metido a crítica y público en el bolsillo con obras tan extraordinarias como ‘La respiración’, ‘La ternura’ o la más reciente ‘El bar que se tragó a los españoles’, que se alzaba con tres premios Max en 2021. Su maestría para contar historias y crear personajes (con esa peculiaridad) no tiene parangón, al igual que su desbordante imaginación que plasma en todos y cada uno de sus trabajos. En ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’, Sanzol vuelve a hacer alarde de todos estos elementos que han hecho inconfundible su teatro. Sin embargo, el resultado final no alcanza la consistencia a la que el dramaturgo nos tiene acostumbrados. A pesar de esto y, siendo una de sus obras menores, el montaje alcanza momentos verdaderamente brillantes.  

La trama nos recuerda en una primera aproximación a ‘Ser o no ser’, la mítica película de Lubitsch estrenada en 1942 y que recientemente Juan Echanove ha llevado a las tablas en nuestro país. La acción de ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’ se desarrolla en Kiev, en marzo de 2022, y tiene como telón de fondo una guerra que acababa de comenzar y que, desgraciadamente, todavía perdura. En esos días, Patricia (espléndida Natalia Hernández) -que es una autora y directora de teatro- convierte el local de ensayos de su compañía en un refugio. A pesar de la invasión rusa, sigue creando historias para mantener unidos a sus seres queridos, alejar a su hija Olena de los comités de defensa, y sobre todo para no volverse loca.

Aunque ensayar durante la guerra supone una gran dificultad, la compañía logra avanzar en la creación de una alocada comedia que se titula ‘Pin, Pan, Putin’, protagonizada por un grupo navarro de música barroca (el Txoko Barroco) que se propone llegar hasta el mismísimo Kremlin, para acabar allí con la vida de Putin y conseguir la paz. Todo ello, con la colaboración del CNI y la CIA. Sin embargo, a partir del momento en el que muere el presidente ruso en la trama, todo se transforma en un caos y Sanzol no sabe salir de esa encrucijada de forma airosa, como él nos tiene acostumbrados. 

El arranque de la obra es excelente (y muy prometedor). El dramaturgo navarro -a través de un emotivo monólogo de Natalia Hernández- sienta las bases de ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’, una comedia dramática que fluye por muy buenos derroteros y que nos brinda escenas absolutamente desternillantes, como la llegada del grupo navarro a Moscú y la visita al Kremlin con la muerte de Putin incluida, que es un verdadero delirio. Sin embargo, Sanzol no está muy acertado a la hora de mezclar los géneros. Una de sus grandes habilidades, aquí no le funciona.

De hecho, a medida que va avanzando la trama hay dos aspectos que no encajan en la comedia troncal de Sanzol. Por un lado, las reflexiones y disertaciones sobre la guerra de Ucrania que, en la mayoría de los casos, parecen metidas con calzador, resultando demasiado forzadas. Y, por otro, la excesiva teorización sobre la comedia y el teatro que alcanza su clímax cuando una de las actrices de la compañía, Taisia (magnífica Elena González), se revela -sin venir demasiado a cuento- como la diosa Némesis y le explica a la autora que no se puede matar a un personaje en una obra (por la muerte de Putin) sin pagar un gran peaje, en este caso el de la vida de su hija, ya que el arte tiene la obligación de ser responsable y ejemplarizante. Vaya por delante que nos encanta el ingenio de Sanzol pero este giro es ‘too much’. Es rizar el rizo demasiado porque, además, es un recurso que no funciona y acaba lastrando la obra.

Y es una pena porque el dramaturgo navarro es tan sumamente brillante que no necesita estas ‘intelectualidades’ -por llamarlas de alguna manera- para que su trabajo sea genial. De hecho, la mejor parte de ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’ son las escenas de pura comedia, desternillantes, alocadas y llenas de humor absurdo. Todas aquellas transcurren en el interior del Kremlin y parecen sacadas de una película de los Hermanos Marx (con Juan Lumbreras bordando el personaje de Putin, a lo Groucho Marx). Estas escenas son tan divertidas que el balance de la obra, en su conjunto, llega a alcanzar el notable. 

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Por supuesto, uno de los puntos fuertes del montaje es su maravilloso elenco compuesto por nombres que ya han trabajado con Sanzol en varias ocasiones y a los que conoce de memoria. Actores y actrices dotados de un extraordinario don para la comedia como son Juan Lumbreras, Natalia Hernández, Javier Lara, Paco Déniz, Eva Trancón y Elena González. Un grupo variopinto al que también se suman caras nuevas en su trayectoria como Pablo Márquez, Julia Rubio y los graciosísimos Pepe Sevilla o María Moraleja. A pesar de los altibajos del texto, ellos sostienen el montaje con brillantez a lo largo de dos horas y cuarto provocando las risas y las carcajadas del público que, en una gran parte, se levantaba de sus asientos al final de la función para brindarles una sonora ovación. 

Otro de los puntos fuertes de ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’ es su puesta en escena. Aquí, Sanzol tampoco ha fallado. Una puesta en escena sencilla -al contrario por ejemplo que la utilizada ‘En el bar’, mucho más aparatosa-. Blanca Añón ha creado un espacio escénico fantástico (y con varias capas) que primero nos sitúan en un teatro de Kiev y luego nos trasladan al Kremlin con la misma eficacia. Destacar también el diseño de luces de Pedro Yagüe, el vestuario de Vanessa Actif, el espacio sonoro -de Sandra Vicente- y el movimiento de Amaya Galeote, fundamental en un montaje de estas características. Hemos dejado para el final a Fernando Velázquez, autor de la partitura de las pegadizas canciones. Una de ellas pone el broche de oro a esta comedia menor del dramaturgo navarro que, a pesar de todo, tiene momentos memorables. 


Lo mejor: las delirantes escenas del Kremlin -que son oro puro- y el trabajo de los diez actores dotados de una extraordinaria vis cómica y dirigidos de forma genial por Sanzol.
Lo peor: la mezcla de géneros que utiliza Sanzol que aquí no le funciona. De hecho, las disertaciones sobre la guerra de Ucrania y la excesiva teorización sobre la comedia y el teatro (y el abuso del lenguaje metateatral) acaban lastrando claramente el montaje. 

Aldo Ruiz

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