‘BERNARDA Y PONCIA’: PILAR ÁVILA FIRMA UN EXCELENTE SPIN-OFF LORQUIANO PROTAGONIZADO DE MANERA ESPLÉNDIDA POR ELLA MISMA Y PILAR CIVERA

CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8

‘La casa de Bernarda Alba’ es una de las obras maestras de Lorca y todo un referente en el teatro universal. La trágica muerte de Adela, la hija pequeña de Bernarda, sobrecoge al espectador con ese potente desenlace dejando un panorama desolador en aquella casa. Todos los aficionados al teatro nos hemos imaginado alguna vez cómo habría sido la vida de Bernarda y el resto de sus hijas tras la desaparición de Adela. Pilar Ávila, en un acto lleno de valentía y buen hacer, ha reflejado todo esto en ‘Bernarda y Poncia (Silencio, nadie diga nada)’, un excelente montaje que se representa los miércoles en el Off del Teatro Lara tras su paso por la Encina Teatro. 

El relato tiene lugar ocho años después de la muerte de Adela. ¿Qué pasó con el resto de hijas? ¿Dónde está Martirio? ¿Qué esconden de aquella trágica noche? Pilar Ávila -que también es una de las protagonistas-  firma un excelente spin-off lorquiano que da respuesta a todas estas preguntas -y a otras muchas- y que transcurre durante doce horas de un día de verano, entre el amanecer y el atardecer. Bernarda y Poncia, cara a cara, van desvelando los secretos de una familia marcada por la tragedia. A lo largo de ochenta minutos, se van resolviendo los conflictos que existen entre ambos personajes desde una edad temprana hasta la vejez.

‘Bernarda y Poncia (Silencio, nadie diga nada)’ supone el debut de Pilar Ávila en la dramaturgia y, a decir verdad, no se ha podido estrenar mejor. Ávila apunta muy buenas maneras; es evidente que domina el tema y el tono lorquiano, y el resultado es un texto magnífico, intenso y profundo, cargado de poesía y sutileza.  Cuando se supone que vas a ver un spin-off de ‘La casa de Bernarda Alba’, te asaltan las dudas y es inevitable ir con cierto (o bastante) escepticismo. Unas dudas que se desvanecen enseguida y que, a medida que transcurre la obra, se transforman en placer y en disfrute.

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Por supuesto, hay que alabar la valentía de la autora porque era muy arriesgado -e incluso, temerario- darle continuidad a la obra de Lorca, pero podemos afirmar rotundamente que ha salido victoriosa del reto. Manuel Galiana es el encargado de dirigir el montaje apostando por la sencillez y el clasicismo en la puesta en escena -que le van como anillo al dedo a la historia-, y dejando todo el peso de la misma en la magnífica actuación de las dos actrices: Pilar Civera, que se mete en la piel de Poncia, y la propia Pilar Ávila, que interpreta de manera espléndida a Bernarda.  Las dos están sólidas y convincentes, transmitiendo todos y cada uno de los matices que encierran ambos personajes. Pilar Civera brilla como Poncia mostrando a la perfección la nobleza y la transparencia de esa mujer que lleva toda la vida al servicio de su ama. Pilar Ávila, por su parte, borda la crudeza y la frialdad de Bernarda pero también deja entrever esa generosidad, que la tiene tan escondida y le cuesta tanto enseñar. En definitiva, dos grandes actuaciones en una obra excelente, que nos ha sorprendido muy gratamente, y que está avalada por Ian Gibson, uno de los grandes expertos mundiales en Lorca.

Aldo Ruiz

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