‘ESTO NO ES LA CASA DE BERNARDA ALBA’: FASCINANTE Y BELLÍSIMA PUESTA EN ESCENA DE CARLOTA FERRER EN LA QUE EMERGE, SOBERBIO, EUSEBIO PONCELA COMO BERNARDA

CALIFICACIÓN.- EXCEPCIONAL: 9’2

Hasta el 7 de enero se representa en los Teatros del Canal ‘Esto no es la casa de Bernarda Alba’, una transgresora y sugerente adaptación de la mítica obra de Lorca realizada por José Manuel Mora y dirigida por Carlota Ferrer con absoluta maestría. Una de las grandes particularidades de este montaje es que está representado por hombres en casi su totalidad. El gran Eusebio Poncela se mete en la piel de Bernarda Alba y nos brinda una interpretación inquietante. Le acompañan, entre otros, Óscar de la Fuente, fantástico como Poncia, Igor Yebra que se desdobla en la abuela y en Pepe el Romano, David Luque, magnifico como Angustias, y Jaime Lorente que encarna a Adela. 
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Igor Yebra (Josefa) y Eusebio Poncela (Bernarda) en una de las imágenes más potentes de toda la obra.

Es tremendamente difícil hacer una adaptación actual de una de las cumbres del teatro español y salir bien parado, y si no que se lo digan a Pablo Messiez y su reciente montaje de ‘Bodas de sangre’, que se convirtió en un quiero y no puedo y en el que la esencia de Lorca quedaba completamente diluida. Carlota Ferrer y José Manuel Mora, sin embargo, salen triunfantes al enfrentarse a ‘La Casa de Bernarda Alba’ en una versión contemporánea, transgresora, desbordante de belleza y en la que se mezclan el teatro, la música, el video y la danza. La fusión de todos estos elementos da como resultado una extraordinaria y original puesta en escena que destila arte por todos los lados, plagada de imágenes de una potencia estética increíble, y en la que el espíritu de Lorca permanece intacto.  Y, para más inri, protagonizada por uno de los actores más fascinantes que tenemos en nuestro país, Eusebio Poncela, que aquí nos impacta de nuevo dando vida a  Bernarda Alba. ¡Ahí es nada!.

‘Esto no es la casa de Bernarda Alba’ es, sin duda, uno  de los mejores montajes que hemos visto en este 2017 y podría haber sido una obra redonda, si no fuera por ese final tan radical que empaña en gran medida el buen sabor de boca que nos había dejado el resto de la obra. Es cierto que, desde el principio, queda muy marcado el concepto feminista con el que Ferrer y Mora han sustentado su adaptación. Hasta ahí, todo correcto. Sin embargo, en el monólogo final se pasan completamente de rosca. Es demasiado radical. ¡No era necesario!. El mensaje de ‘La Casa de Bernarda Alba’ es tan claro y contundente de por sí que el monólogo de Jaime Lorente -brillantemente interpretado, por otra parte- resulta excesivo y larguísimo, y suena a panfleto. Lo único que provoca es que se pierda toda esa poesía y esa magia que se habían ido creando a lo largo de la obra. Es un final demasiado forzado y me jode realmente -perdón por la expresión- porque podría haber sido el colofón perfecto a una obra maestra y, sin embargo, nos deja un sabor agridulce.

A pesar de todo y, siendo objetivos, me voy a quedar con todo lo bueno, que es mucho, de este original montaje que empieza así: Se abre el telón. En un museo se exhibe la obra «La Casa de Berarda Alba» de Lorca. Un conjunto de hombres artistas construye una serie de instalaciones plásticas y performances a partir de la obra que nos dejó Federico, interpretando los papeles femeninos y desafiando así la norma establecida de que los personajes femeninos han de ser interpretados por mujeres. A partir de aquí se va perfilando la brillantísima y atrevida puesta en escena de Carlota Ferrer que nos deja grandes sensaciones y ese sello propio tan especial que tienen todos sus trabajos. Para llevar a cabo un montaje de tales características, Ferrer se rodea de un grupo de excelentes profesionales como son David Picazo, -al frente de la elegantísima iluminación-; Sandra Vicente, autora de la ambientación sonora y Jaime Dezcallar, responsable de las videoproyecciones. Mención especial para Ana López Cobos y su formidable labor como diseñadora del vestuario, que es una auténtica maravilla. La conjunción de todos estos elementos produce imágenes realmente impactantes y de una belleza extraordinaria. 

Uno de los grandes reclamos de este montaje es, sin duda, ver a Eusebio Poncela en su regreso a los escenarios tras algunos años de ausencia. El que fuera chico Almodóvar está soberbio en la piel de Bernarda y nos ofrece una inquietante interpretación, llena de fuerza, y que nos impacta ya desde su escena inicial, con él sentado en el patio de butacas. Poncela sigue desprendiendo ese magnetismo que ha tenido siempre y, dando vida a Bernarda, echa unas miradas terroríficas que siembran el pánico entre sus hijas y entre todos los espectadores que llenan la Sala Verde de los Teatros del Canal. ¡Grande Eusebio Poncela y qué placer verle de nuevo sobre los escenarios!. Óscar de la Fuente está sensacional dando vida a Poncia, la guardiana de la casa, y sus cara a cara con Poncela no tienen desperdicio. Todoterreno donde los haya, De la Fuente muestra también su enorme vis cómica en esa divertidísima escena en la que, danzando al compás de ‘El vuelo del moscardón’, persigue a una mosca puñetera.

Destacar a Igor Yebra, magnífico como Josefa y Pepe el Romano. (Son espléndidas las transiciones de Carlota Ferrer con las que el bailarín pasa de un personaje a otro); David Luque, actor de contrastada solvencia, brilla dando vida a Angustias (maravilloso su monólogo hablando de las mujeres y su posición económica) y Arturo Parrilla, perfecto como Magdalena, al igual que Diego Garrido en la piel de Martirio. Completan el reparto Guillermo Weickert que encarna a la criada -fabulosa su pieza de danza en la que Julia de Castro toca el violín. Esta última es la única actriz del elenco e interpreta a Amelia de una forma poderosa y Jaime Lorente, popular a raíz de su participación en ‘La Casa de Papel’, quien da vida a Adela, la más joven y bella de las hijas del Bernarda. En una tesitura bastante complicada, Lorente se muestra muy convincente a lo largo de toda la obra apuntando sus excelentes maneras como actor. Incluso defendiendo el forzadísimo monólogo final, Jaime sale airoso del trance con una actuación  llena de sentimiento y mucha verdad. 

Como señalábamos al principio, ‘Esto no es la casa de Bernarda Alba’ nos deja escenas inolvidables y destila arte por todos los lados. Yo me quedo por ejemplo con la imagen de esa procesión de semana santa, con todas las hijas vestidas de luto, tapadas de arriba a abajo, para despedir a su padre en el entierro. También me parece fascinante esa escena costumbrista en la que todas las hijas de Bernarda miran a los hombres cuando vienen de trabajar y después se ponen a bailar entonando, entre todas, una pegadiza canción. ¡Y qué decir del momentazo en el que a Josefa, la abuela, le da uno de sus particulares ataques y tiene que ser atendida por Eusebio Poncela-Bernarda!. Es un momento de una gran belleza plástica, con una potentísima puesta en escena, como si de un rodaje cinematográfico se tratara. También me gusta especialmente la escena en que Igor Yebra nos deleita bailando el famosísimo aria ‘Lascia ch’io pianga’ de Handel.  Lo cierto es que ‘Esto no es la casa de Bernarda Alba’ está plagado de referencias musicales y pictóricas. Es uno de esos montajes que disfrutaría muchísimo viéndolo una segunda vez para poder degustar todas las exquisiteces plasmadas de forma tan brillante por Carlota Ferrer, como esa hermosísima escena en la que todas las hijas de Bernarda, vestidas de blanco y a punto de irse a la cama, yacen a los pies de la matriarca escuchando su lectura. 

Aldo Ruiz

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