‘GROSS INDECENCY’: APABULLANTE PUESTA EN ESCENA Y UN MONTAJE ABSOLUTAMENTE EXCESIVO EN EL QUE TODOS LOS ACTORES SE DEJAN LA PIEL

CALIFICACIÓN.- NOTABLE: 7

Dos semanas quedan para ver la adaptación que ha hecho Gabriel Olivares de ‘Gross Indecency: Los tres Juicios a Oscar Wilde’ de Moisés Kaufman. Una obra sumamente interesante que sirve para ahondar en la figura del famoso escritor inglés y conocer todo el calvario que pasó tras hacerse pública su condición sexual. Hasta el próximo 8 de octubre se puede disfrutar en el Teatro Fernán Gómez de este extraordinario montaje que cuenta con un extenso reparto en el que destaca la presencia de Javier Martín dando vida a Oscar Wilde. 
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David DeGea y Javier Martín dan vida a Lord Alfred Douglas y Oscar Wilde.

Reconozco que salí de ver ‘Gross Indecency’ un tanto abrumado por el montaje que ha hecho Gabriel Olivares y por esa puesta en escena tan EXCESIVA  en todos los apartados. Veinticuatro horas después de haber visto la obra tengo sensaciones muy contradictorias y no paran de venirme imágenes a la cabeza. Me ha gustado, sí. Pero también hay aspectos que me han sobrecargado, y mucho. Es cierto que todo lo que rodea a la figura de Oscar Wilde me parece fascinante, pero tantos datos y tantísima información -sobre todo en el primer juicio- unido a la apabullante puesta en escena me dejó, por momentos, totalmente K.O. Lo que no cabe duda es que el texto de Moisés Kaufman es un testimonio de un valor incalculable y de máximo interés. A través de ‘Gross Indecency’ descubrimos que Oscar Wilde no solamente fue un extraordinario escritor -aspecto de sobra por todos conocido- sino que, además, personalmente,  fue un auténtico pionero en el mundo homosexual y sufrió lo indecible por vivir plenamente su condición sexual. 

La historia se remonta a Abril de 1895, año en el que Oscar Wilde lleva a cabo una demanda por difamación contra el Marqués de Queensberry, -padre de Lord Alfred Douglas, el joven amante del escritor- quien públicamente le había tachado de sodomita. Wilde estaba seguro de que iba a salir victorioso, pero lo que nunca podía imaginarse es que esa demanda le iba a costar tan cara. Tras ‘filtrarse’ en el juicio otros testimonios de jóvenes que habían mantenido relaciones con él, la corona intervino en su contra y se celebraron dos juicios más, esta vez con el famoso escritor sentado en el banquillo de los acusados. A lo largo de un año, Wilde fue juzgado por cometer actos de ‘grave indecencia’ e implícitamente, por una visión sobre el arte que indignó a la sociedad Victoriana. Al escritor de nada le valió la fama y finalmente acabó siendo condenado. En ‘Gross Indecency’ asistimos a la caída del gran hombre de las letras cuyo legado artístico fue ensombrecido por el tremendo escándalo que rodeó a su encarcelamiento. 

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Cartel de ‘Gross Indecency’

Una vez conocida la historia, vayamos al análisis del montaje de Olivares que, como señalaba al principio, es excesivamente largo. Esto se debe fundamentalmente a la duración del primer juicio que se hace eterno, alargándose hasta la hora y diez minutos. Es verdad que es el juicio en el que ocurren más cosas, pero la adaptación podría ser mucho más concisa. Kaufman en su texto original apuesta por el rigor y, para ello, además de los testimonios de los juicios, también se sirve de correspondencia personal, extractos de las obras de Wilde, entrevistas y opiniones de sus contemporáneos. Fuentes, todas ellas, que van siendo citadas a través de distintos actores durante el montaje, llegando un momento en que la situación se hace súper estresante. Rigor sí, pero no creo que sea imprescindible citar todas y cada una de las fuentes. Si a todo esto le sumamos una puesta en escena apabullante, con continuas proyecciones y demasiados actores moviéndose al mismo tiempo en el escenario, el resultado es realmente abrumador. Por supuesto que Olivares consigue imágenes muy hermosas a lo largo de este juicio, pero es tal el alarde de técnica y estética que pretende, que se acaba perdiendo la esencia, creándose una atmósfera asfixiante. En realidad, no hay tiempo para digerir todo lo que estás viendo ni para disfrutar del texto. Podría señalar decenas de elementos geniales que, en su individualidad, me entusiasman, pero que, en su conjunto, no funcionan. 

Dicho esto, también hay otras muchas cosas en el montaje que sí funcionan bajo mi punto de vista. Me encanta, por ejemplo, la escenografía de Felype de Lima sustentada en estructuras metálicas -como en ‘Our Town’ que se van transformando con la ayuda de los actores en múltiples espacios como la sala de un juicio, un club, un restaurante, el calabozo donde es encerrado Oscar Wilde, una sala de subasta, etc… También me gusta muchísimo el diseño de luces de  Carlos Alzueta y el espacio sonoro creado por Ricardo Rey. Creo que cuando el montaje esté más rodado, todos estos elementos encajaran a la perfección y el resultado final será tan brillante como la segunda parte de la obra.

Por supuesto quiero ensalzar la enorme actuación de todos los actores que hacen un esfuerzo titánico, dejándose la piel durante las dos horas y veinte que dura la función. Destacar a Javier Martín dando vida al famoso escritor. Nunca me hubiera imaginado a Oscar Wilde interpretado por él, pero reconozco que Javier me sorprende con su actuación y me conquista con su histrionismo, su particular sentido del humor y esa ironía típica de Wilde, brindándonos algunos de los mejores gags de la obra. También raya a muy buen nivel David DeGea -adaptador además de la obra junto al propio Olivares- metiéndose en la piel de Lord Alfred Douglas, un personaje bastante complicado del que el joven  logra salir bastante airoso.

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Espectacular imagen donde podemos ver a todos los actores del reparto.

En el reparto figuran nombres que ya han trabajado en varias ocasiones con Olivares, como: Eduard Alejandre, magnífico en el primer juicio encarnando al Marqués de Queensberry -siempre es una garantía para cualquier director contar con Eduard en su elenco-; Guillermo SanJuan y Alejandro Pantany que brillan especialmente en el segundo juicio dando vida a dos jóvenes que mantuvieron relaciones con Wilde; un mozo y un pastor. Aunque a lo largo del montaje se desdoblan en muchos personajes, -al igual que la mayoría de sus compañeros- es aquí donde se lucen más a nivel de expresión corporal y en sus acentos, consiguiendo unas actuaciones muy divertidas. Y Andrés Acevedo, que también se ‘reencarna’ varias veces durante la obra. Imponente la presencia escénica de este actor y el magnetismo de su mirada, ya sea interpretando al editor de Wilde (Harry), al portero de un club, o como portavoz de esas mil y una citas que antes comentábamos.

Mención especial merece una espléndida Carmen Flores Sandoval que -además de hacer de juez- nos deleita en el segundo juicio en la piel de la reina Victoria -desternillante su primera aparición- y de una periodista que entrevista a un experto en la figura de Oscar Wilde. Sus golpes de melena y sus coqueteos con el entrevistado se convierten, sin duda, en el sketch que más risas y carcajadas provocan en el patio de butacas. ¡Absolutamente genial!. Completan el reparto David García Palencia, fantástico como George Bernard Shaw o el experto en Oscar Wilde, entre otros papeles; César Camino bastante convincente  en el registro dramático -dando vida al abogado de Wilde-. Nos sorprende positivamente su actuación ya que estamos acostumbrados a verle en comedias, y Asier Iturriaga que sobresale en el segundo juicio cuando hace paralelamente de testigo y del abogado que lo interroga. 

En definitiva, y a pesar de esa excesiva duración del primer juicio -los dos siguientes transcurren a muy buen ritmo-, ‘Gross Indecency’ es un montaje extraordinario que nos deja momentos inolvidables, como esa maravillosa actuación de ‘Over the rainbow’, muy emocionante, en la que todos los actores hacen un esfuerzo físico tremendo -solo de verlos se me caían las gotas de sudor-. También me entusiasma la recreación que se hace de ‘El retrato de Dorian Grey’ dentro del primer juicio. Me resulta tan fascinante como esa escena en la que todos los actores recitan -alternándose- un poema en prosa de Oscar Wilde. Sin duda, un hermoso colofón para una obra sensacional que, con el paso de las funciones, estoy convencido de que irá puliéndose. La materia prima está ahí. Esta es, precisamente, una de las mejores cosas de ‘Gross Indecency’ y es que estamos ante un montaje que puede crecer muchísimo todavía y, quizás, llegar a ser tan mágico como aquel inolvidable ‘Our Town’.

Aldo Ruiz

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