CALIFICACIÓN.- NOTABLE: 7,5
Hasta el 27 de febrero, en la sala pequeña del Teatro Fernán Gómez se representa ‘Lorca, Vicenta’, un monólogo escrito por Itziar Pascual, Yolanda Pallín y Jesús Laiz que aborda la figura de la madre de Federico García Lorca. A lo largo de noventa minutos, Cristina Marcos realiza una soberbia actuación llena de verdad y emoción contenida en un magnífico montaje dirigido por José Bornás.
Año tras año, se hacen en nuestro país multitud de montajes que abordan la figura de Federico García Lorca, uno de los grandes genios de la literatura y el teatro español. El gran público conoce todo o casi todo del poeta y su extraordinaria obra, pero muy poco se sabe sobre su madre. De ahí que, ya de entrada, nos parezca sumamente interesante el enfoque de este montaje. Aquí, la protagonista absoluta es Vicenta Lorca Romero, la mujer que trajo al mundo al genio. Itziar Pascual, Yolanda Pallín y Jesús Laiz han confeccionado una ficción basada en hechos reales para poner en valor la figura de esta mujer noble, cariñosa, familiar, creyente, tenaz, responsable, empoderada, culta, capaz, generosa, protectora… y, sobre todo, madre. Vicenta Lorca rompe su silencio en un magnífico montaje que transcurre a ritmo de música de piano y en el que vamos escuchando algunos de los poemas más famosos de Federico García Lorca.
La acción transcurre en el salón de una casa burguesa, en Fuente Vaqueros (Granada). Allí, Vicenta Lorca empieza a contar la historia de su vida mientras se va moviendo por todos los rincones de salón en el que hay varios muebles: una mesa de trabajo, varias sillas, una mecedora y todo tipo de objetos artesanales, por ejemplo, algunos títeres que hay metidos en una maleta, y que serán utilizados en varios momentos de la obra. A lo largo de noventa minutos, Vicenta va transitando por sus recuerdos: su complicada infancia, su sacrificio para estudiar, sus años como maestra, su noviazgo con su futuro marido, su boda, la muerte de sus padres, etc… Pero, por encima de todo, ella es madre. Vicenta habla de sus hijos y, por supuesto, se centra en su ojito derecho: Federico. Ella lo apoyó desde que nació, era un niño especial y siempre creyó en su talento. Sin duda alguna, uno de los episodios cruciales del texto es la detención y ejecución del dramaturgo. Es ahí, cuando la trama alcanza el clímax.
Itziar Pascual, Yolanda Pallín y Jesús Laiz han hecho un trabajo excelente confeccionando un texto de ficción que, por supuesto, tiene una fuerte base de documentación y realidad. Y, lo que es más importante: a pesar de que todo gira en torno a Federico García Lorca, la protagonista de la obra es su madre. Incluso, cuando se relata la muerte del poeta y parece que llega el desenlace, la obra continúa para abordar el exilio en Nueva York de Vicenta y el resto de sus hijos.
José Bornás se encarga de llevar a escena el texto de Pascual, Pallín y Laiz y lo hace con gran solvencia, tarea que no era nada fácil dada la dificultad del relato. Bornás se apoya en la escenografía de Asier Sancho, el brillante diseño de luces de Juanjo Llorens -acertadísimo como siempre- y las videoproyecciones de Pedro Chamizo. Andrea Waitzman es el responsable del atrezzo y los títeres que se usan durante la función. Una gran pizarra, a modo de pantalla, sirve para que Vicenta -como maestra que fue- vaya anotando sobre ella algunas fechas y datos importantes en su relato, y también para que se proyecten algunos vídeos de actores que recitan poemas de Lorca, entre ellos Daniel Albaladejo, Elisa Matilla, Miguel Rellán y Ángel Ruiz. Otro de los puntos fuertes del montaje es la música en directo, que corre a cargo de Cristina Presmanes. A medida que Vicenta va contando su historia, el piano la acompaña con diferentes melodías que van acentuando o contextualizando cada uno de los episodios que conforman su historia.
Hemos dejado para el final a Cristina Marcos, el alma de este montaje, que realiza una soberbia actuación. Perfeccionista y minuciosa como pocas actrices, la que fuera ‘chica Almodóvar’ nos brinda una interpretación llena de verdad, que va de menos a más, y está cargada de matices. Es muy hermoso verla actuar tan de cerca (en la sala pequeña del Fernán Gómez) y ver cómo va plasmando ese amplio abanico de sentimientos de Vicenta a través de las miradas, de cada uno de sus gestos y cada uno de sus movimientos (Destacar, por supuesto, el magnífico trabajo que ha hecho Xenia Sevillano a nivel de movimiento). Una de las cosas que más nos gustan del trabajo de Cristina es que, a pesar del dolor y la tragedia que encierra Vicenta, no abusa del dramatismo en ningún momento y su actuación desborda siempre una emoción contenida. En momentos puntuales, se le llenan los ojos de lágrimas, pero rápidamente se las seca, como signo de dureza y coraje, un rasgo muy característico de las mujeres de la época. Como hemos mencionado anteriormente, su interpretación llega al clímax con la detención y la ejecución de Federico. En ese momento, la mirada de Cristina transmite a la perfección el miedo, el estremecimiento y la desolación de una madre, la de Vicenta Lorca.
Aldo Ruiz
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