CALIFICACIÓN.- SOBRESALIENTE: 9
Solo queda una semana para poder ver ‘La Geometría del trigo’ en el Teatro Valle Inclán, una obra escrita y dirigida por Alberto Conejero. Es la primera vez que el prestigioso dramaturgo se enfrenta a la dirección en solitario y el resultado no puede ser más satisfactorio. Estamos ante un montaje magnífico, muy bien dirigido, y con una puesta en escena que transmite a la perfección la esencia del texto. Un montaje sobresaliente en el que prima el alto nivel interpretativo de todo el elenco formado por José Bustos, José Troncoso, Juan Vinuesa, Consuelo Trujillo, Eva Rufo y Zaira Montes.
Alberto Conejero ha debutado en la dirección (en solitario) y, lo cierto es que, no lo podía haber hecho de mejor manera. Teníamos mucha curiosidad por ver cómo se las arreglaba en ese terreno uno de los mejores dramaturgos de los últimos tiempos y, el resultado no puede calificarse más que de sobresaliente. De forma muy inteligente, Conejero ha apostado por una puesta en escena sobria, sencilla y elegante y siempre al servicio del texto. Porque, en ‘La Geometría del trigo’, como a su propio autor le gusta, brillan, por encima de todo, las palabras y las interpretaciones. Quizás, siendo su primera dirección en solitario, podía haberse atrevido con un montaje más impactante de puesta en escena -como han hecho otros directores con algunos de sus textos-. Sin embargo, Conejero se ha decantado por la sencillez -de manera muy acertada- primando en el montaje la belleza y la poesía de sus palabras. La historia, ya de por sí, tiene un alto contenido dramático como para reforzarlo aún más a la hora de ponerlo en escena. Sabia decisión de Conejero apostando por la contención y la concisión en la puesta en escena y respetando la esencia del texto en todo momento.
‘La Geometría del trigo’ es, a nuestro juicio, una de las mejores obras de Alberto Conejero. Un bellísimo texto con aromas lorquianos que el jienense ha escrito desde sus raíces y que habla de las raíces y los vínculos familiares que todos tenemos y que han marcado nuestras vidas, para bien o para mal. El montaje final es el fruto de muchos meses de trabajo y ensayos realizados bajo la residencia artística en la Sala Cuarta Pared. Y, eso, se nota. Vaya si se nota. Estamos ante una propuesta muy cuidada, hecha con mimo y con enorme gusto, en la que todos los integrantes se han involucrado desde el minuto cero.
La historia se compone de dos tramas paralelas, la del presente y la del pasado. Dos tramas muy bien entrelazadas, con transiciones breves y elegantes, muy bien resueltas en cuanto a la dirección. La trama del presente está protagonizada por Joan (José Bustos), un hombre nacido en Barcelona, que viaja hasta un pueblo de Andalucía para asistir al entierro de su padre -al que nunca conoció-. Joan no viaja solo, le acompaña su novia Laia (Eva Rufo). La relación entre ambos atraviesa un momento complicado. Por otra parte, está la trama del pasado -que podría estar localizada en la década de los sententa/ochenta-, potentísima, y con cuatro personajes principales; Antonio, (Juan Vinuesa), un humilde minero, al que no le van muy bien las cosas económicamente y que está replanteándose su futuro. Aunque, al mismo tiempo, está muy ilusionado con la llegada al mundo de su primer hijo. Su mujer, Beatriz, (Zaira Montes) está embarazada y la intención de ambos es marcharse a vivir a Barcelona. Completan la terna Emilia (Consuelo Trujillo), la madre de Beatriz, una mujer con mucho carácter, y conocedora de algunos secretos que pueden poner en peligro la relación de su hija. Y, por último, Samuel (José Troncoso), el mejor amigo de Antonio, que regresa al pueblo después de muchos años. Durante el franquismo, sus padres emigraron a Francia, y él vuelve ahora con la intención de montar un negocio… y con otras intenciones.
‘La Geometría del trigo’, cuyo título proviene de un verso de Antonia Lucas, es un drama hermoso y profundo que habla de las raíces, de Andalucía, de la gente de varias generaciones, de los emigrantes, de la pasión, del desamor, del dolor, de lo prohibido. También es una obra de muchos silencios. Una de esas historias que transcurren en un pueblo y en una época de la Andalucía profunda (que bien podría tratarse también de algún pueblo de La Mancha o de Extremadura) donde importaba más el que dirán que la propia felicidad en sí. Una historia que Conejero ha plasmado brillantemente a través de las palabras -cosa que ya sabíamos que hace con excelencia- y que la ha llevado a escena, con la misma solvencia y elegancia, gracias a un equipo técnico y artístico de primerísimo nivel.
Alessio Meloni es el creador de la escenografía y, como es habitual en él, ha hecho una labor encomiable. Para la ocasión, el italiano ha diseñado un campo de tierra rectangular, con una rueda de carro medio hundida. Al fondo, una pared con una gran grieta. En los laterales, dos bancos. En estos bancos se encuentran sentados constantemente los seis personajes y, cuando algunos de ellos tienen una escena, salen al centro, mientras el resto de compañeros les observan detenidamente. A este recurso, Conejero le saca el máximo rendimiento, imprimiendo mucho dinamismo a las transiciones y a los cambios de escena. En le puesta en escena destaca también el diseño de luces de David Picazo, magnífico, elegante y sobrio, siguiendo la línea impuesta por la dirección. Mariano Marín ha hecho una labor excelente en el apartado musical, al igual que Bruno Praena con las videoproyecciones y, Miguel Ángel Millán con el vestuario.

En primer plano José Bustos. De espaldas, Consuelo Trujillo. Y, al fondo, Juan Vinuesa,
Y terminamos este análisis con uno de los puntos fuertes del montaje; las interpretaciones. Todos lo actores están a un enorme nivel. Es evidente que han estado mucho tiempo ensayando y eso se transmite. La complicidad y la química que tienen es el escenario traspasa al patio de butacas. José Bustos está magnífico en la piel de Joan, derrochando fuerza y presencia escénica. Estupenda también Eva Rufo, encarnando a Laia, su novia en la ficción. Es, particularmente, bella la escena en que ella se desahoga en catalán mientras vemos las proyecciones de fondo. Juan Vinuesa, recientemente nominado a los Premios Unión de Actores y Actrices, vuelve a demostrar que es un actorazo, desprendiendo verdad y bordando un papel con tantas aristas como el de Antonio. Zaira Montes interpreta a Beatriz, la mujer de Antonio y la madre de Joan. Es un papel muy potente dramáticamente que Zaira resuelve con un aplomo y una solidez increíble. Soberbia Consuelo Trujillo dando vida a Emilia, la madre de Beatriz, y la suegra de Antonio. ¡Qué se puede decir de esta señora que no se haya dicho ya!. Trujillo es un pedazo de actriz y aquí lo vuelve a demostrar transmitiendo toda la fuerza y profundidad de ese personaje tan lorquiano. (Me recuerda mucho a su interpretación en la película de ‘Bodas de Sangre). Suyos son dos de los mejores momentos de la obra. El primero; la conversación tan dura y reveladora que mantienen Antonio y ella. Y, por otro, el monólogo que protagoniza en la recta final cuando habla de la vez que su hija fue al pueblo a visitarla. Conmovedora. Completa el reparto, José Troncoso que, en la piel de Samuel, se enfrenta -probablemente- al personaje más complicado y determinante de la obra, una actuación sobre la que recae gran parte de credibilidad de la trama, y que Troncoso la defiende con mucho oficio, saliendo airoso del reto.
En definitiva, podemos decir, sin ningún género de dudas, que Conejero ha hecho un trabajo sobresaliente en ‘La Geometría del trigo’, brindándonos uno de los mejores textos de su carrera y una poderosa puesta en escena. Una obra que, estamos convencidos, le va a dar a este equipo muchas alegrías.
Aldo Ruiz
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