CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8
Hasta el próximo 3 de junio se puede ver en La Abadía ‘Tiempo de Silencio’, la primera adaptación teatral de uno de los grandes hitos de la literatura española del siglo XX. Esta novela, que se publicó en 1962, llega por fin al teatro de la mano del director Rafael Sánchez, un descendiente de emigrantes españoles que se crió en Suiza y que actualmente está vinculado al teatro alemán. El actor Sergio Adillo realiza una magnífica interpretación dando vida a Don Pedro, el protagonista de la historia, y encabeza un excelente reparto formado por Lola Casamayor, Julio Cortázar, Roberto Mori, Lidia Otón, Fernando Soto y Carmen Valverde.
Antes de comenzar la crítica en sí, me gustaría ensalzar la valentía -incluso le podríamos llamar osadía- que ha tenido Rafael Sánchez a la hora de adaptar al teatro ‘Tiempo de silencio’, una de las grandes novelas del siglo XX y, que hasta la fecha, había sido imposible debido a su tremenda dificultad. Bien es cierto que, Vicente Aranda hizo una versión cinematográfica en 1986, -que no tuvo demasiado éxito- pero, desde entonces, no habíamos visto más versiones de la icónica novela de Martín-Santos. Hasta hoy. Rafael Sánchez, un alemán descendiente de españoles, se ha atrevido con el reto mayúsculo que supone llevar a escena ‘Tiempo de Silencio’ y, para ello, se ha servido del extraordinario trabajo de Eberhard Petschinka quien ha hecho una magnífica adaptación de la obra (traducida al español por Ronald Brouwer). Condensar en dos horas la esencia de la novela de Martín-Santos no es nada fácil y Petschinka lo ha conseguido. Eso sí, nadie puede negar el toque germánico en la adaptación.
Como hemos señalado antes, ‘Tiempo de Silencio’ es uno de los grandes hitos de la literatura española del siglo XX porque retrata la vida de toda una época; la del Madrid de la posguerra. Pero, además, está considerado un libro sumamente innovador tanto por su contenido como por su forma ya que aúna la línea de escritores como Joyce, Faulkner y Proust, a la tradición picaresca y el lenguaje de Valle-Inclán. ¡Ahí es nada!. Y evidentemente, aunque se han perdido muchas cosas en el camino, la adaptación de Petschinka y Rafael Sánchez resulta bastante sólida y convincente, logrando transmitir muy bien esa atmósfera tan sórdida de la época franquista -que aparece magistralmente reflejada en la novela- y ese descenso a los infiernos que recorre el protagonista.
‘Tiempo de silencio’ nos cuenta la historia de Pedro, un joven médico investigador en el Madrid de finales de los cuarenta. La paupérrima situación económica impide el avance de las investigaciones sobre el cáncer que realiza con una cepa de ratones. Su ayudante en el laboratorio, Amador, había regalado meses antes algunos ejemplares a un pariente suyo, el Muecas, quien sí ha logrado criar esos ratones en su chabola con ayuda de sus hijas. Hasta allí acuden Pedro y Amador con el objetivo de comprar algunos de esos ejemplares y poder continuar con las investigaciones. En esa chabola, Pedro descubre la dura realidad de los marginados y acaba implicado en una trama de sangre, muerte y desolación que está a punto de costarle la vida. Toda la trama principal está muy bien contada por parte de Petschinka que, inteligentemente, ha mantenido uno de los rasgos fundamentales de la novela como son los monólogos interiores de los personajes -para mí, las partes más bonitas del montaje y probablemente, las que mejor funcionan- y también las partes narradas. Para esta figura del narrador, se van alternando todos los actores salvo Sergio Adillo, quien solo encarna a Don Pedro durante todo el montaje. No así el resto de sus compañeros que, además de narradores puntuales, se van desdoblando en varios personajes a lo largo de la obra.
Partiendo de la excelente materia prima de Petschinka, Rafael Sánchez realiza una puesta en escena aparentemente sencilla pero asfixiante y claustrofóbica, por momentos. Para ello se apoya en la escenografía de Ikerne Giménez quien ha diseñado un inmenso muro situado al fondo del escenario. Delante de él, los siete actores se van moviendo continuamente a lo largo de la representación. A través de ese muro -que a veces se desplaza hacia arriba- y de las diferentes iluminaciones, Rafael Sánchez nos irá llevando a los distintos espacios donde transcurre la historia; una chabola, un prostíbulo, la pensión, las calles del Madrid de la posguerra…. En líneas generales, Sánchez nos brinda una notable puesta en escena que contiene algunos momentos prodigiosos. Sin embargo, el ritmo tan elevado durante las dos horas, y esa dialéctica casi torrencial que utilizan los personajes, provocan -en ocasiones puntuales, sobre todo, en la parte central de la obra- que la narrativa resulte excesivamente compleja e, incluso, un tanto difusa. Además, el espacio sonoro creado por Nilo Gallego y esas músicas tan estridentes -que ha elegido como banda sonora-, tampoco ayudan demasiado a la fluidez y la frescura del montaje. Son evidentes las influencias germánicas de Rafael Sánchez que ha dirigido ‘Tiempo de Silencio’ con la precisión de un reloj suizo -recordemos que él, además, se crio en este país centroeuropeo. A veces se echa en falta un toque más fresco en algunas partes que ayude a oxigenar el montaje. Estoy convencido de que un dramaturgo español hubiera hecho una versión más cálida de la obra. Pero eso sería otra historia.

Imagen de ‘Tiempo de Silencio’ con el inmenso muro al fondo y, delante, lo siete actores protagonistas
A pesar de todo, Sánchez -que debuta en España con esta adaptación- demuestra una enorme solvencia a la hora de plasmar una historia tan complicada como ésta. Por tanto, el balance es sumamente positivo y se puede decir que ha superado el reto con nota. Sin duda, Rafael le tiene mucho que agradecer a los siete actores, que se despojan de artificios, y realizan un excepcional trabajo durante las dos horas. Sergio Adillo está magnífico dando vida a Don Pedro brindándonos una grandísima interpretación llena de matices y registros. El habitualmente director, Fernando Soto, nos convence aquí en su faceta de actor encarnando a varios personajes pero es, sin duda, en la piel de El Muecas, cuando nos impacta con una actuación muy valiente y llena de fuerza. Maravillosa también Lidia Otón en todos sus personajes, aunque es, dando vida a la mujer de El Muecas, la Ricarda, cuando nos llega al alma y nos conmueve en la escena más estremecedora de la obra. ¡Y qué decir de Lola Casamayor!. Esta señora es un pedazo de actriz y aquí lo vuelve a dejar patente. Cada vez que abre la boca, nos da una clase de interpretación y de dicción. Casamayor está impecable e inmensa en la piel de la Matriarca, de Doña Luisa o cuando hace de narradora. También brilla especialmente Carmen Valverde, una actriz que crece a pasos agigantados y que es pura luz. Sus monólogos interiores -como Dorita o Florita- son bellísimos y desprenden un ángel increíble. Completan el reparto Julio Cortázar -que se luce encarnando al Cartucho- y Roberto Mori, excelente en el registro más cómico. En definitiva, siete magníficos actores que dan voz y se dejan la piel en esta adaptación de ‘Tiempo de Silencio’ con sabor alemán.
Aldo Ruiz
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