CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8,5
¿Qué pasa si algo que ocurrió en nuestro pasado lo olvidamos y ningún testigo lo recuerda? Esta es la premisa de la que parte Pablo Messiez en «Todo el tiempo del mundo», una obra escrita y dirigida por él y que está inspirada libremente en la vida de su abuelo. Iñigo Rodríguez-Claro encarna al personaje protagonista, el señor Flores, ofreciéndonos una brillantísima interpretación. Le acompaña un excelente grupo de actores entre los que destacan la maravillosa María Morales y Javier Lara. «Todo el tiempo del mundo» se representa en la sala Max Aub del Matadero hasta el próximo 18 de diciembre.

Iñigo Rodríguez-Claro y María Morales en una de las escenas más conmovedoras de la obra. Fotografía: Vanessa Rábade
«Todo el tiempo del mundo» me ha dejado una sensación un tanto contradictoria. Ante todo salgo fascinado por la magia de la historia de Messiez; por ese maravilloso personaje basado en su abuelo-el señor Flores- y por esa atmósfera tan onírica que allí se crea y que traspasa los límites meramente de una sala de teatro. Por tanto, son muchos los factores que hacen de ella, una obra verdaderamente excepcional y que me reafirman, una vez más, en catalogar a Messiez como un auténtico maestro a la hora de construir universos propios. Sin embargo, hay un factor que enturbia «Todo el tiempo del mundo» y que hace que no llegue a ser ese montaje tan redondo que podría haber sido: El desarrollo de la historia me parece -por momentos- excesivamente confuso. En una historia tan personal y llena de matices y emociones -como la creada por Messiez- he echado en falta una estructura más compacta y directa de cara al público. Quizás era eso lo que pretendía el autor; esa ambigüedad y esa confusión, pero yo particularmente me he salido de la trama en varias ocasiones y tenía que hacer el esfuerzo constante de volver a la misma. A pesar de todo, «Todo el tiempo del mundo» es un relato muy potente y embriagador con el que Messiez nos hechiza.
La acción se desarrolla en una zapatería de señoras. Tras atender a las últimas clientas del día, el señor Flores se dispone a cerrar su negocio y marcharse a casa como siempre. Pero ese día ocurre algo insólito. De repente, aparece allí un señor muy extraño y empieza a contar una historia surrealista y realmente desconcertante. ¿Quién es este hombre? ¿Qué tiene que ver en la vida del entrañable zapatero?. A partir de ese momento, lo que podría haber sido un hecho puntual se convierte en algo habitual en la zapatería. Y, todas las noches, cuando no hay testigos -solo está el señor Flores- empiezan a suceder historias que conviven a la vez, superponiendo pasado y futuro en un presente continuo. Por el local van a apareciendo personajes muy importantes en la vida del protagonista: su madre embarazada de él, su propia hija, una pareja de novios… ¿Qué ocurre realmente? ¿Es un sueño?… Y, por allí, siempre rondando, la fiel dependienta de la zapatería y también del señor Flores, Nené, un personaje maravilloso interpretado por María Morales.
Para llevar a cabo esta historia, Messiez realiza una espléndida puesta en escena en la que vuelve a dejar constancia de su extraordinaria capacidad para dirigir. En «Todo el tiempo del mundo» el argentino nos ofrece un magnífico montaje, lleno elegancia y sutileza, en el que sobresale el impecable diseño de luces de Paloma Parra y la preciosa escenografía de Elisa Sanz recreando una coqueta zapatería. Entre todos ellos consiguen crear un ambiente muy cálido que me recuerda a las películas clásicas de Hollywood que se rodaban en aquellos fantásticos decorados.
Uno de los puntos fuertes del montaje es el fantástico trabajo de todo el elenco, encabezado por un enorme Íñigo Rodríguez-Claro que nos deleita con su increíble actuación encarnando al señor Flores. En un papel extremadamente complicado, dando vida a este hombre que se encuentra plenamente desbordado por todo aquello que está ocurriendo -que no sabe si es verdad o no- y que siempre está al borde del abismo, sin llegar a volverse loco, Rodríguez-Claro compone un personaje entrañable, lleno de humanidad y plagado de matices, que acaba empatizando con el público. Completan el reparto unos magníficos Rebeca Hernando, Carlota Gaviño, Mikele Urroz, José Juan Rodríguez y Javier Lara, que brilla en la piel de ese hombre ‘perdido’ y bastante raro que asalta la zapatería aquella primera noche. Su escena con los tacones es realmente impagable, de las mejores de la obra. Absolutamente genial el clímax que allí se crea, plagado de desconcierto e incertidumbre.
Me he dejado para el final a María Morales, estupenda dando vida a Nené. Con su enorme clase y la sensibilidad a flor de piel, la actriz nos emociona cuando -en la recta final- entona el monólogo delante del señor Flores y descubrimos LA VERDAD de su personaje. Grande María Morales y hermosísimo su monólogo. Quizás éste habría sido el colofón perfecto para cerrar esta fascinante historia con el sello inigualable de Messiez.
Aldo Ruiz
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