CALIFICACIÓN.- EXTRAORDINARIA: 9,3

Catorce años después de escribir ‘Animales Nocturnos’, Juan Mayorga -el dramaturgo español vivo más traducido y representado a nivel internacional- revisita de nuevo esta desconcertante historia junto con la joven compañía El Aedo en el Fernán Gómez. El resultado es un magnífico montaje brillantemente dirigido por Carlos Tuñón y protagonizado por Jesús Torres, Pablo Gómez-Pando, Irene Serrano y Viveka Rytzner.

Pocas veces una obra de teatro me ha generado tanto desconcierto y desasosiego como ‘Animales Nocturnos’. Ya desde el principio Juan Mayorga nos plantea una perturbadora escena que te atrapa y te deja completamente descolocado. Un estado que no podrás abandonar a lo largo de los cien minutos que dura la función.

Todo comienza con el encuentro de dos hombres en una cafetería. Parece un encuentro totalmente fortuito, pero nada más lejos de la realidad. Uno de ellos esconde oscuras intenciones sobre el otro. Hasta ese momento, esos dos vecinos, el Alto y el Bajo, solo se veían cada mañana en las escaleras de su edificio y se daban los buenos días, sin más. Pero esa tarde comenzará entre ellos una relación basada en el chantaje. Tras aprobarse una ley de extranjería que persigue a los extranjeros ilegales, el Hombre Bajo asalta ‘amablemente’ al Hombre Alto y le dice que sabe que es un inmigrante sin papeles. Entonces le extorsiona. Desde ese momento, el Hombre Alto tendrá que sucumbir a todos los deseos de su vecino y si no, será denunciado a las autoridades. Lo curioso del caso es que el Hombre Bajo no le pide nada que considere humillante: simplemente le exige compañía para compartir con él cosas ‘inocentes’ como tomarse una copa de vino, visitar a los animales nocturnos del zoo o celebrar su cumpleaños. Una situación que, inevitablemente, también afectará a sus respectivas relaciones de pareja.

Partiendo de esta extraordinaria historia, Carlos Tuñón nos regala un montaje sensacional impregnado de magnetismo e, incluso, de terror psicológico, que te deja completamente hipnotizado. Un montaje sustentado en la brillantísima escenografía de Alfonso Pizarro, quien ha diseñado una gran caja de madera giratoria que se descompone y se transforma en los dos pisos de los protagonistas, en una cafetería, en los lugares donde trabajan los dos vecinos o en un zoo de animales nocturnos. Destacar también la espléndida iluminación de Jesús Díaz Cortés y el inquietante espacio sonoro creado por Mariano García.

Trece años después de su estreno y tras más de 18 adaptaciones en todo el mundo, ‘Animales Nocturnos’ sigue teniendo máxima vigencia en la sociedad actual. Continuamente somos testigos de cómo algunos hombres ejercen un poder y un dominio sobre algunos otros que no tienen papeles. Son formas de violencia que vemos desgraciadamente todos los días. De ahí, la necesidad de revisitar el texto por parte de Mayorga quien asegura que “con el tiempo he ido descubriendo más formas de animalización de los seres humanos, de dominio de un hombre sobre otro, más formas de violencia y, además, más nocturnidad, una mayor capacidad de hacer daño con la astucia para enmascararse, con unos personajes que tienen más secretos de los que yo les había atribuido”.

Cuatro fascinantes personajes creados por el genio de Mayorga que, aquí, son interpretados por unos actores magníficos. Jesús Torres borda su papel del Hombre Bajo, un hombre siniestro, cínico y un tanto psicópata. No era nada fácil dar vida a este personaje tan complejo, pero el actor sale muy airoso del reto resultando completamente convincente. También está fantástico Pablo Gómez-Pando en la piel del Hombre Alto mostrando toda la vulnerabilidad y la humanidad de ese inmigrante sin papeles. Pero no solo brillan los hombres, las dos actrices también están estupendas: Irene Serrano nos emociona y nos conmueve interpretando a esa Mujer Baja que no sabe cómo hacer feliz a su marido y Viveka Rytzner está perfecta como esa traductora, dulce y sensible, que pone a su pareja contra las cuerdas. ‘Animales Nocturnos’ es una historia completamente desconcertante y perturbadora. Una obra que, tras verla, te deja un runrún en la cabeza que, pasadas varias horas, aún sigue persistiendo.  

Aldo Ruiz