CALIFICACIÓN.- EXCEPCIONAL: 10
Solo queda una semana para disfrutar de esta joya. Con su sello inconfundible, Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda nos hacen un bellísimo retrato de las miserias de los cuatro miembros de una esperpéntica familia que tienen a la desgracia como inseparable compañera de viaje. Carmen Barrantes, Laura Gómez-Lacueva, Ingrid Magrinyá y Rafael Ponce protagonizan, de forma magistral, ‘La Extinta Poética’, una obra de arte que se representa en el Teatro Español hasta el 18 de diciembre.

Carmen Barrantes, Laura Gómez-Lacueva y Rafael Ponce en una de las impactantes imágenes que nos deja esta obra.
Siempre es un enorme placer adentrarse en el universo de la Zaranda. Sus espectáculos son de una belleza sobrecogedora y reflejan, como nadie, la hermosura del dolor y el esperpento. En ‘La Extinta Poética’, Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda imprimen ese sello particular que tienen a la hora de hacer teatro y nos deleitan con esta bellísima radiografía de la miseria, retratando el día a día de una humilde familia que ha hecho de las pastillas su modo de vida. Barbitúricos, tranquilizantes, antidepresivos, somníferos y píldoras de lo más variopinto… todo vale para este matrimonio y sus dos hijas -una de ellas, minusválida psíquica- que han entrado desde hace años en una espiral de sufrimiento, de la que les es imposible salir y en la que se recrean constantemente.
Todo comienza cuando la hija mayor -una magnífica Carmen Barrantes- es plantada ante el altar por su novio y allí se queda -con el ramo en la mano-, y con una tristeza en su mirada que jamás podrá superar. Desde este momento y a lo largo de ochenta minutos, seremos testigos de las desventuras de estos cuatro pobres diablos que viven ahogados en las penas y que han convertido a la desgracia en su inseparable compañera de viaje.
Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda nos ofrecen un espectáculo visual apabullante -marca de la casa-, cargado de imágenes desgarradoras -como muestran las fotografías que acompañan este artículo- que arrancan de las propias vísceras y te golpean directamente el corazón, incluso el estómago. Hay muchas instantáneas que se te quedan grabadas en la retina como cuando, por ejemplo, todos están viendo la televisión en medio de un ruido ensordecedor, o cuando la hija pequeña entra en una de sus habituales convulsiones. Pero yo me quedo, sin duda, con la espectacular escena en la que, a raíz de una simple tela arrugada, se va confeccionando el vestido estampado de la madre para la boda. Es absolutamente genial. ¡Cómo son las pruebas de ese vestido! ¡Y qué decir del instante ‘fotografías familiares’ en el día de la boda! Realmente esperpéntico. Lo cierto es que la puesta en escena es completamente arrebatadora. Calonge y de la Zaranda hacen pura poesía -creando una atmósfera claustrofóbica- y dándonos una lección magistral con el diseño de luces, la elección de las músicas y esas bellísimas transiciones que son una auténtica maravilla. Es increíble cómo aparecen y desaparecen los personajes y cómo se van sucediendo las escenas con una elegancia sublime.

Ingrid Magrinyá, en primer plano, interpreta a la hija pequeña -minusválida psíquica-. Al fondo, el resto de su familia.
Quiero destacar, cómo no, el excelente trabajo de todo el elenco. No era nada fácil meterse en la piel de esos personajes siempre al límite, y al borde del abismo y de la locura. Pero los cuatro actores realizan una grandísima actuación y logran resplandecer en ‘La Extinta Poética’. Rafael Ponce borda el papel del padre y nos ofrece escenas impagables como aquella en la que lleva a su hija pequeña al hospital. Laura Gómez-Lacueva está soberbia encarnando a la madre, una mujer tremendamente infeliz que echa de menos las poesías que le recitaba su marido cuando eran jóvenes. Sus gritos y sus lágrimas nos llegan al alma, despertándonos una terrible compasión. Carmen Barrantes está absolutamente maravillosa dando vida a esa ‘tonta’ a la que han dejado varias veces plantada en el altar. Desde entonces se dedica a vagar por la vida, sin rumbo, como vaca sin cencerro y siempre al amparo de sus padres. Fantástica también Ingrid Magrinyá que sale triunfante del reto de enfrentarse a ese complicadísimo personaje, el de la hija minusválida psíquica. Ella es una superviviente de la vida, a la que se aferra como un clavo ardiendo. Su manera de arrastrarse por el escenario estremece y contrasta con la preciosa escena final en la que ella baila deslumbrando, como un rayo de luz en medio de tanta oscuridad. ‘La Extinta Poética’ es una joya que ningún amante del teatro debería perderse; una obra de arte milimétricamente diseñada por Calonge y De la Zaranda. Un canto a la belleza de lo feo; un himno a la hermosura del dolor.
Aldo Ruiz