SOY UN TEATRERO DESDE QUE LEÍ ‘BODAS DE SANGRE’ DE FEDERICO GARCÍA LORCA SIENDO ADOLESCENTE. ALLÍ ME PERDÍ Y ME ENCONTRÉ PARA SIEMPRE

Alberto Conejero, uno de nuestros dramaturgos más importantes, posa para el objetivo de Marcos G Punto.
SOY UN TEATRERO DESDE QUE LEÍ ‘BODAS DE SANGRE’ DE FEDERICO GARCÍA LORCA SIENDO ADOLESCENTE. ALLÍ ME PERDÍ Y ME ENCONTRÉ PARA SIEMPRE
Alberto Conejero, uno de nuestros dramaturgos más importantes, posa para el objetivo de Marcos G Punto.
Recuerdo cuando estudiaba ‘Historia del Arte’ en el colegio. Yo era un crío de 11 años y tenía que aprenderme el nombre de las grandes catedrales, los cuadros más cotizados, las esculturas más famosas o los pintores más importantes. Un día, después de darle muchas vueltas, le pregunté a la profesora qué cualidades debía reunir un trabajo para que fuera considerado una ‘obra de arte’. Ella, -doña Santa-, se quedó completamente bloqueada y no acertaba a responder a mi pregunta. Días después volví a insistir y le pregunté quién decide qué es arte, o qué no lo es. Pero nunca, por su parte, hubo una contestación que me satisficiera. Hoy, veinticinco años después, tengo clara la respuesta. Y más, después de ver historias como ‘Cliff (Acantilado)’. Esto, para mí, es una obra de arte.