CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8’5
Los sábados, en la Sala Nueve Norte, se representa ‘Pedro y el Capitán’, la famosa pieza teatral escrita por Mario Benedetti en la que un torturador y su víctima mantienen varios encuentros cargados de tensión en una sala de interrogatorios. Blanca Vega y Tomás P. Sznaiderman dirigen esta pequeña joya, -que ya pudimos ver anteriormente en el Off del Lara y en los Teatros Luchana-, y que está interpretada de manera extraordinaria por José Emilio Vera y Antonio Aguilar, autores de dos grandísimas actuaciones.

José Emilio Vera da vida al Capitán torturados mientras que Antonio Aguilar se mete en la piel de Pedro, el torturado.
Conmovedora, cruda, emocionante, angustiosa, inquietante, asfixiante, tremendamente realista y cargada de tensión… Estos son solo algunos de los calificativos con los que se puede definir esta versión de ‘Pedro y el capitán’, la famosa pieza teatral escrita en 1979 por Mario Benedetti, que inicialmente fue concebida como novela. En ella, los espectadores somos testigos de los tensos encuentros en una sala de interrogatorios entre Pedro, un preso político que es torturado para que delate a sus compañeros, y el capitán, que ejerce de torturador. Una trágica historia inspirada en los procesos de tortura tan habituales en las dictaduras de América del Sur (aunque en el texto no se especifica de qué país se trata). La obra está cargada de un dramatismo brutal y se sustenta, sobre todo, en el duelo psicológico entre víctima y verdugo. Benedetti siempre quiso dejar claro que ‘Pedro y el Capitán’ no es el enfrentamiento entre un monstruo y un santo, sino entre dos hombres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y resistencia.
Este magnífico montaje -que se representa los sábados en la Sala Nueve Norte- está dirigido con enorme solvencia por Blanca Vega y Tomás P. Sznaiderman que han respetado el texto íntegro de Benedetti dejando todo el protagonismo -como no podía ser de otra manera- a los dos intérpretes, José Emilio Vera y Antonio Aguilar que realizan dos actuaciones realmente memorables que te mantienen en vilo durante los 90 minutos de la función. La puesta en escena es sumamente sencilla y elegante. Vega y P. Sznaiderman han apostado por la crudeza para contarnos el relato, aquí no hay lugar para eufemismos ni para medias tintas, y el resultado es de una realismo exacerbado, sobrecogedor -diría yo- e, incluso, cruel por momentos. Dentro de la puesta en escena, me gusta especialmente el diseño de luces y la utilización de la música de tango en las transiciones -entre acto y acto- que te ayudan a digerir tanta crudeza.
Para llevar a cabo este combate de altos vuelos planteado por Benedetti se necesitan dos pesos pesados de la interpretación. Para meterse en la piel de Pedro y el Capitán no basta con ser buenos actores. Se requieren dos intérpretes que se dejen la piel e, incluso, el alma en cada uno de los diálogos. Porque ellos, desgraciadamente, están encarnando a muchas personas que murieron torturadas por defender unos ideales y a otras que ejercieron el papel de verdugos. Y esto trasciende más allá del teatro. Y la verdad es que el casting no ha podido ser más acertado. José Emilio Vera está soberbio en la piel del Capitán. No es el típico torturador sin escrúpulos que vemos en las películas. Este es un personaje complejo, con mil aristas y recovecos, que Vera se encarga de ejecutar con maestría. A medida que va transcurriendo la trama, nos vamos introduciendo en la piel del Capitán, un papel que Vera tiene interiorizado a la perfección y nos da una lección en cada una de las funciones. Por otro lado tenemos a Pedro Aguilar, que está realmente increíble dando vida a Pedro. Tanto su interpretación como su expresión corporal resultan realmente asombrosas y descarnadas, de un realismo abrumador, como pocas veces se puede ver en una sala de teatro. Es tal la verdad que desprenden ambos, que llega un momento en que se funden la realidad y la ficción, y parece que estás allí en esa sala de interrogatorios asistiendo a la tortura de Pedro, sufriendo por y con él, y te dan ganas de levantarte y gritar: – «Basta yaaaaaa, basta yaaaaaaaaa». Señores, esto es la grandeza del teatro.
Aldo Ruiz
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