CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8
Hasta el 3 de marzo, en el Fernán Gómez se puede ver ‘GILGAMESH’, la adaptación del poema del mismo nombre, considerado la primera obra literaria en la historia de la humanidad. Álex Rojo firma brillantemente la dramaturgia y la dirección de este montaje que está protagonizado por Ángel Mauri, enorme dando vida al Rey semi legendario Gilgamesh. Le acompañan en el reparto Alberto Novillo, Alfonso Luque, Macarena Robledo e Irene Álvarez, todos ellos a un excelente nivel.

Ángel Mauri encarna al Rey semi legendario Gilgamesh. Fotografía: Eva Fenies
Antes de entrar meramente en el análisis de la obra, tenemos que alabar la valentía y el acierto de Álex Rojo adaptando al teatro el poema de ‘Gilgamesh’ y, a continuación, darle las gracias por hacernos participes de esta historia milenaria tan apasionante y desconocida al mismo tiempo para muchos. No es nada fácil llevar a cabo el montaje de ‘Gilgamesh’ por su complejidad y por el desconocimiento que se tiene todavía de esta historia con más de cinco mil años de antigüedad. Es admirable por tanto, el currazo que se ha metido Álex Rojo en la dramaturgia y en la dirección, quien ha contado con la inestimable ayuda de los investigadores de diferentes áreas en el campo de las humanidades que, día a día, van arrojando luz sobre esta historia. Gracias a su labor, sabemos que el poema de ‘Gilgamesh’ era leído en la antigüedad para grandes multitudes en sus ceremonias y festividades con el objetivo de transmitir y renovar el conocimiento sobre su origen, su religión, sus oficios y sus costumbres.
El poema de ‘Gilgamesh’ está considerado la primera obra literaria en la historia de la humanidad. En él se abordan los anhelos más profundos del hombre, el sentido de la vida y la muerte, la naturaleza de la espiritualidad, nuestro origen y nuestro destino. El poema fue uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XIX y ha tenido una enorme importancia para las ramas de la antropología y la lingüística. Su tema central -el tratamiento de la vida y la muerte en forma poética- define una estructura que influirá de manera directa en el resto de composiciones literarias que le siguieron en el tiempo, “el viaje del héroe”.
El protagonista principal del poema es el Rey semi legendario Gilgamesh (Ángel Mauri). Su pueblo, Uruk, harto de la tiranía de él, pide a los dioses que envíen un salvador que libere a los habitantes del dominio del caudillo. Estos crean a Enkidu (Alberto Novillo), un ser igual en fuerza a Gilgamesh. Aunque Gilgamesh es vencido por Enkidu, se hacen inseparables amigos y emprenden un viaje en busca de la gloria, en el que se enfrentan a criaturas mitológicas y desafían el designio divino. Los dioses deciden castigarles, así enferman a Enkidu. Gilgamesh solo y aterrado ante la idea consciente de su propia mortalidad emprende un viaje en busca de su antepasado Utanapisthim (Alfonso Luque) quien sobrevivió al diluvio, con el fin de que le revele el secreto de la inmortalidad.
Después de una ardua tarea de investigación y con todo este material, Álex Rojo ha hecho un excelente trabajo en la dramaturgia creando un texto bastante sólido de noventa y cinco minutos, cuya primera hora transcurre a muy buen ritmo y en el que la última media hora se hacen un poco larga. Esto, sin embargo, no le resta ningún mérito al magnífico texto realizado por el dramaturgo.
La puesta en escena también es espléndida. Rojo recrea con brillantez el poema de Gilgamesh -con la complejidad que eso conlleva- y sin ningún elemento escenográfico. Una puesta en escena que se sustenta fundamentalmente en el excepcional diseño de luces de Carlos Laso, que es un maravilla. El vestuario -maravilloso-, obra del propio Rojo y Alberto Romero, también sobresale en este montaje al igual que las grandes actuaciones de todo el elenco. En este apartado, además de las interpretaciones en sí, hay que hacer mención especial al portentoso despliegue físico de los actores, sobre todo por parte de Ángel Mauri y de Alberto Novillo que se someten a un desgaste tremendo. El movimiento y las coreografías son también elementos muy destacados de la puesta en escena.
Y, hablando de los actores, tenemos que ensalzar, por supuesto, la actuación de Ángel Mauri, sensacional en la piel de Gilgamesh, un papel que borda en todas sus facetas. En el apartado físico, solo hay que ver las imágenes para darse cuenta de que es un portento, pero además, Mauri tiene un extremado control de su cuerpo y del movimiento como se puede comprobar a lo largo de toda la obra. Pero el personaje de Gilgamesh no se queda solo en la apariencia, tiene un gran componente emocional y, aquí, es donde Mauri brilla realmente. Es impactante ver cómo ese hombre, fuerte como un roble, se rompe varias veces como un niño y le brotan las lágrimas. Ángel Mauri demuestra en ‘Gilgamesh’ que no solo es fachada -como ya sabíamos los que hemos seguido su trayectoria-. Deja bien patente que, detrás de ese cuerpo cultivado, se esconde un actor enorme con muchos registros y, si no, vayan a verlo al Fernán Gómez.
Alberto Novillo también está fantástico como Enkidu tanto en la parte física como en el apartado interpretativo. Sus cara a cara con Ángel Mauri, tanto en las peleas como en sus demostraciones de amor y cariño son de lo mejor del montaje. Ambos actores transmiten una gran complicidad sobre las tablas. Estupendo también Alfonso Luque -pedazo de voz y de presencia escénica– encarnando a varios personajes de la historia. Completan el reparto; Macarena Robledo, fantástica desdoblándose también en varios papeles, demostrando que tiene una vena tragicómica muy desarrollada. E Irene Álvarez, que sobresale en la parte física exhibiendo su formación en danza.
Aldo Ruiz
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