Chevi Muraday alcanza un nuevo hito en su carrera. El Premio Nacional de Danza aterriza en el Teatro Español del 9 de diciembre al 10 de enero con ‘El Cínico’, una pieza impresionante y sobrecogedora, con textos de Messiez, donde el coreógrafo se rodea de tres músicos en directo.

Chevi Muraday vuelve a deslumbrar en su nueva pieza ‘El Cínico’. Fotografía: Jacobo Medrano.
Llueve. No para de llover en la calle. Y un pobre hombre intenta, por todos los medios, que su pequeño y aglomerado mundo no se venga abajo. Con una música inquietante, una atmósfera claustrofóbica y una tremenda sensación de angustia comienza esta deslumbrante pieza en la que Chevi Muraday se mete en la piel del filósofo griego Diógenes de Sínope ‘El Cínico’, un personaje con una obsesión enfermiza por acumular objetos en su casa.
Para plasmar el sobrecogedor y asfixiante universo de Diógenes, David Cubells ha construido una espléndida escenografía, con una preciosa y precisa ambientación de Alessio Melonni, en la que Muraday vuelve a desplegar su inmenso talento para la danza. En escasos metros cuadrados, el Premio Nacional realiza una auténtica exhibición, llevando su cuerpo al límite, y regalándonos mil y un movimientos hermosos e imposibles, en la que un viejo sillón, un desgastado abrigo o una apetecible manzana roja se convierten en sus inseparables parejas de baile.
Durante sesenta minutos asistimos a la evolución del personaje en la sensacional puesta en escena, cargada de simbolismos, que nos ofrece Picazo. Al principio vemos a ‘El Cínico’ acumulando objetos inservibles compulsivamente; cajas, muebles, papeles, ropa…… Objetos a los que Diógenes se encadena y se aferra, como ese espectacular abrigo negro, con el que Muraday interpreta una de las mejores escenas de su solo. (Por cierto, ¡qué maravilla el vestuario diseñado por Marisa Maggi!). En el transcurso de la pieza, el protagonista irá encontrando cada vez menos valor a lo acumulado, entendiendo que la carga que eso supone, es la barrera para no prestar atención a lo que verdaderamente le importa. En ese momento suena de fondo el espléndido tema ‘Who am I’. Y llega la hora del cambio.

Una de las imágenes más espectaculares de ‘El Cínico’
Es, entonces, cuando se produce la parte más desgarradora de ‘El Cínico’. Tras una impresionante explosión de luz, un Chevi Muraday inundado en sudor, rompe su silencio y grita a los cuatro vientos su dolor, su rabia, su ira… mientras abre la ventana y, bailando bajo la lluvia, empieza a arrojar todas sus pertenencias a través de ella. ¡Es un instante realmente conmovedor, de esos que te ponen los pelos de punta. Como si te asestaran un golpe en el corazón!. Diógenes se despoja de todas las posesiones materiales, de todas las cadenas que lo atan, de toda su ropa… y Muraday se desnuda en cuerpo y alma en busca de la honestidad del ser humano. Ahí, el bailarín se convierte en actor. La danza se transforma en palabras, y con textos de Messiez, Chevi, o lo que es lo mismo, Diógenes, pronuncia su discurso final. Quizás no hacían falta las palabras. Quizás, esta vez, no eran necesarias. Muraday lo había expresado todo en el escenario… con su cuerpo, con su piel, con el alma, con la magia de un artista genial que no para de volar y que, con ‘El Cínico’, alcanza un nuevo hito en su brillante carrera.
Aldo Ruiz
Fotografías: Jacobo Medrano