Han pasado casi ocho años desde que descubrimos a Miluka Suriñach, una artista única, dotada de un universo tremendamente personal y un enorme talento. En septiembre de 2015, en la desaparecida sala Nada, fuimos testigos de una pieza maravillosa de teatro efímero, ‘Alumbrar’, donde la actriz -embarazada de ocho meses en la vida real- llevaba al teatro los tabúes, las expectativas y las frustraciones en la búsqueda de su primer hijo. Suriñach se interpretaba a sí misma en una extraordinaria historia: la de una mujer luchadora de 34 años, que llevaba doce intentando cumplir el sueño de ser madre y que por fin se hizo realidad.
Ahora, en los Teatros Luchana, Miluka Suriñach regresa con otro monólogo autobiográfico que lleva por título ‘María Milagros’. Una obra-performance escrita y protagonizada por ella, que cuenta con la dirección de Carlos Martín-Peñasco -artífice también de la dramaturgia junto a ella-. La pieza refleja la situación personal actual de su protagonista: a punto de cumplir cuarenta años, tiene dos hijos, un perro y una casa con jardín. Pero no es feliz. Ha olvidado quién era. En ‘María Milagros’, la artista se convierte en una virgen dolorosa y su cocina es un palio de Semana Santa desde dónde va a recorrer su vida para averiguar dónde se perdió.
A través de sus raíces andaluzas y tomando la figura de la Virgen María como una matrioska, ‘María Milagros’ es una procesión -que parte de la autobiografía de Miluka- de mujeres de todas las edades y procedencias: bisabuelas que desafiaron las convenciones sociales, princesas del pop secuestradas por sus padres, madres encerradas en relaciones tóxicas, niñas violadas y asesinadas -como ‘Las niñas de Alcácer-, terapeutas ultrafeministas, influencers frívolas, deidades indias y, como invitada especial, la virgen más aclamada en la Semana Santa sevillana, La Esperanza Macarena. Mujeres de distintas épocas y edades que, desde su palio particular, nos muestran sus soledades, sus penas y sus esperanzas. En palabras del director, Carlos Martín-Peñasco, «la obra parte de la expresión andaluza llorar como la Macarena, y a partir de ella hemos creado nuestra propia liturgia teatral, una procesión que, lejos de buscar la penitencia, es una celebración de la mujer».
A lo largo de noventa minutos, Suriñach da vida a decenas de mujeres comenzando por ella misma, pasando por su bisabuela hasta llegar a lady Di o Britney Spears, en el que es -sin duda- uno de los números más aplaudidos de la obra. En ‘María Milagros’, la artista andaluza se abre en canal en una pieza vibrante y sin respiro donde puede exhibir todas sus virtudes artísticas (y sus excesos). Un monólogo transgresor, totalmente diferente a lo que hay actualmente en la cartelera madrileña, y que está lleno de emoción y verdad.
Más allá del trabajo como actriz de Miluka, que da todo un recital en el amplio sentido de la palabra, ‘María Milagros’ destaca por su puesta en escena. Carlos Martín-Peñasco -coautor de la dramaturgia- dirige el montaje con brillantez potenciando en todo momento la iconografía y la poderosa estética de la Semana Santa (Genial la escenografía creada por Óscar Salobral al igual que el vestuario de Alma Almenara). Uno de los puntos más característicos de la puesta en escena es el diseño de luces. Durante toda la obra, el propio director -situado a ras de suelo- va moviendo un cañón de luz que sigue todos los pasos de la protagonista y las decenas de mujeres que va encarnando. Es un recurso vanguardista y muy original, que nos encanta, pero que resulta excesivo de cara a los espectadores. En ocasiones, menos es más. Y estar noventa minutos con esa iluminación es too much. Lo que empieza siendo un recurso transgresor y fascinante se acaba convirtiendo en reiterativo, perdiéndose la fuerza y la frescura inicial.
Dicho esto, ‘María Milagros’ es un montaje extraordinario y fuera de lo común, cargado de emoción y sensibilidad pero excesivo y saturante por momentos. Una pieza genuina y tremendamente personal, no apta para todos los públicos y que, desde luego, no deja a nadie indiferente.
Aldo Ruiz
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