‘LA NOCHE DEL SR. SMITH’: JAVIER HERNANDO Y PEDRO CASAS CONVIERTEN A LOS HUMANOS EN INMORTALES EN UN MONTAJE ACTUAL, MUY ORIGINAL Y CON FUERTES DOSIS DE EMOCIÓN

CALIFICACIÓN.- NOTABLE: 7’6

El pasado jueves se estrenaba en la Cuarta Pared ‘La noche del Sr. Smith’, una magnífica obra escrita por Javier Hernando que aborda el tema de la inmortalidad entre los seres humanos. Con este montaje, su director Pedro Casas cierra la trilogía que inició con ‘El mal de la liebre’ y continuó con ‘La piel del lagarto’. ‘La noche del Sr. Smith’ es una obra innovadora y muy diferente a todo lo que hay actualmente en la cartelera y se representa hoy sábado en la sala ‘Cuarta Pared’ y, de jueves a sábado, de la semana que viene.
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Andrés Acevedo, uno de los protagonistas de ‘La Noche del Sr. Smith’ dirigida por Pedro Casas. 

¿Qué ocurriría en el mundo si todos fuéramos inmortales?. Con esta premisa Javier Hernando Herráez compone un texto hermoso, profundo, con grandes dosis de emoción y que nos invita a la reflexión. ‘La noche del Sr. Smith’ aborda el dolor de un anciano que, viendo como su mujer se va apagando poco a poco, víctima del alzheimer, una noche se imagina un mundo utópico donde todos somos inmortales. Partiendo de esta sugerente idea, Javier Hernando traslada a ocho individuos, -además del anciano-, a ese universo ficticio y nos muestra cómo sería su día a día siendo inmortales. Paralelamente y, a medida que transcurre la obra, iremos conociendo a estas nueve personas que nos van abriendo su corazón, haciéndonos testigos de sus miedos y de sus sueños. ¿Qué querían ser ellos de mayores? ¿Cuál fue su primer amor? ¿Y su primer recuerdo? ¿Cómo se imaginan el día de su entierro?. Estas y otras cuestiones se van planteando a lo largo de setenta y cinco minutos en una magnífica obra que nos deja momentos muy divertidos y otros realmente hermosos -cargados de poesía y existencialismo- pero que en su conjunto resulta inconexa y, a veces, un tanto fría y mecánica. Las partes futuristas no terminan de encajar con aquellas otras más personales. No sé si será problema del texto o de la puesta en escena en sí, pero algo falla.

Siguiendo la estela de sus dos obras anteriores, ‘El mal de la liebre’ y ‘La piel del lagarto’, el director Pedro Casas nos ofrece un montaje marca de la casa, realmente elaborado y lleno de matices, y que se caracteriza, ante todo, por el uso de un lenguaje moderno y muy actual. Lo que nadie le puede negar a Casas es que es un tipo valiente que huye de los convencionalismos y que arriesga. En ‘La noche del Sr. Smith’ vuelve a hacerlo con una puesta en escena muy original y completamente diferente a todo lo que podemos encontrar actualmente en la cartelera madrileña. Y eso es de agradecer siempre. Para llevar a cabo la historia, Pedro se sirve de la magnífica escenografía diseñada por María Iciz, -también autora del vestuario- que ha creado una ambiente futurista con el suelo formado de baldosas blancas rectangulares de distintos tamaños y bordeadas en negro, una estructura formada por cinta azul fluorescente y otra roja, nueve sillas blancas y una mesa blanca con utensilios para la comida. Además de la acertadísima escenografía, en la puesta en escena juega un papel fundamental el movimiento creado por Jordi Vilaseca. Durante los setenta y cinco minutos que dura la obra, los actores no paran de moverse de un lado a otro por todo el escenario regalándonos, a veces, figuras coreográficas realmente hermosas. Todo esto hay que agradecérselo a Visalesa que, junto a Casas, han hecho un trabajo sobresaliente en este apartado. Otros dos aspectos destacados en este montaje son el diseño de luces de Pablo Garnacho -fantástico-, y la espléndida ambientación sonora que corre a cargo de Salvador Bosch, para mí, uno de los puntos fuertes del montaje. (La banda sonora es una maravilla y logra crear una atmósfera cálida en la que el texto de Javier Hernando Herráez brilla aún más.

Lo mejor de ‘La noche del Sr. Smith’ son, sin duda, aquellas partes del montaje en las que los nueve personajes abren su corazón. Durante estas escenas ellos permanecen sentados ocupando todo el espacio -con unos metros de separación entre cada uno-. Estas partes están muy bien dirigidas, con los actores interactuando entre ellos mientras van contando sus historias personales -a veces, a varias voces- y mostrando una extraordinaria complicidad. Es muy bonito ver cómo se miran los unos a los otros mientras que están contando su historia y, lo que es más importante; cómo escuchan -en plan cómplice- cuando el compañero de al lado es el protagonista. Son unas escenas muy emotivas y que nos tocan la fibra. Sin embargo, luego están las partes que se tienen lugar en el mundo ficticio -donde ellos son inmortales- que resultan demasiado mecánicas y, a veces, incluso repetitivas (Como es el caso de las escenas del desayuno y la comida, prácticamente iguales. La segunda creo que no es necesaria). Y siguiendo en ese mundo ficticio hay algo que también falla por completo – y desde el principio- que es la elección de Ricardo Lacámara como esa figura  que supervisa -a pie de micro- a todos los inmortales y les somete a su evaluación diaria para comprobar como siguen sus constantes. Lacámara pone todo su empeño pero ese papel requería otro tipo de voz -más robotizada- y otra expresión corporal. Es evidente que el actor no se encuentra cómodo interpretando a pie de micro, ni ahí, ni cuando se mete en la figura del narrador. Chirría completamente y te saca de la historia. De hecho, las escenas más convincentes de este veterano actor son aquellas en las que él actúa de una manera normal y nos cuenta la conmovedora historia de su mujer que tiene alzheimer. Dicho esto, quizás el error no esté tanto en la actuación de Pedro sino en quien lo ha puesto ahí en esa complicada tesitura. 

Pero no quiero cerrar este artículo con mal sabor de boca ni mucho menos porque, entre otras cosas, sería injusto. ‘La noche del Sr. Smith’ nos deja grandes momentos y muy buenas interpretaciones empezando por Salvador Bosch, un actor dotado de un gran carisma que descubrí en ‘La Piel del lagarto’, y cuya forma de actuar me resulta fascinante. Bosch nos atrapa con una enorme frescura y su gran naturalidad, unas cualidades que también posee Paula Ruiz, la gran sensación para mí de este montaje. Paula tiene ‘ángel’ en el escenario y durante toda la obra y en cada uno de sus diálogos nos cautiva con su dulzura y con esa forma tan bonita de mirar y de hablar. Magnífico también Sergio Torres siguiendo esa línea que utilizan todos los actores -creo que es un gran acierto en la dirección marcar interpretaciones donde prima la frescura y la naturalidad-. Alba Loureiro, espléndida, brilla sobre todo en ese monólogo cuando, a pie de micro, nos recuerda a su gran amor, llegándonos a emocionar. Sorprendente una vez más Andrés Acevedo que aquí muestra una vis cómica desconocida hasta el momento, bordando el papel de inmortal bobalicón -con esas muecas y esos gestos tan característicos suyos- y nos hace sonreír, tocándonos la fibra, cuando relata cómo él se imagina su funeral. Completan el reparto Álex Pastor –fantástico especialmente en sus escenas con Paula Ruiz y cuando se lanza a cantar-; Verónica Moreno, Isabel Alguacil -otra habitual de Casas- y el ya mencionado Ricardo Lácamara. 

Aldo Ruiz

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