‘LA VELOCIDAD DEL OTOÑO’: UNA ESPLÉNDIDA LOLA HERRERA SE ENFRENTA A LA VEJEZ DE FORMA VALIENTE Y MUY EMOCIONANTE

CALIFICACIÓN: EXCELENTE: 8

Día tras día, Lola Herrera llena el Teatro Bellas Artes con su nueva obra, ‘La velocidad del otoño’ de Eric Coble, una historia tremendamente emotiva que aborda el tema de cómo afrontar la vejez y las relaciones materno filiales. En un papel que parece hecho a su medida, la veterana actriz brilla dando vida a Alejandra, una mujer valiente, de alma libre y que ronda la barrera de los ochenta. Dirigida por Magüi Mira, ‘La velocidad del otoño’ es una de esas obras que toca la fibra y que está coprotagonizada por un magnífico Juanjo Artero que se mete en la piel de Cris, el hijo de Alejandra. 
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Lola Herrera da vida Alejandra, una mujer de 79 años, que afronta el momento más delicado de su vida.

Una vez más Lola Herrera vuelve a dar otra lección de clase e interpretación en ‘La velocidad del otoño’. Vestida de fucsia y con larga melena de pelo blanco, una de las grandes damas de nuestro teatro nos emociona dando vida a Alejandra, una mujer de 79 años que se enfrenta al ocaso de la vida sin perder la dignidad. La veterana actriz llega al corazón de los espectadores abordando este personaje desde la sensibilidad y también con la valentía y la fortaleza necesarias para afrontar la etapa más difícil de la vida de cualquier persona, aquel periodo en que las fuerzas y la energía empiezan a fallar y la memoria nos juega malas pasadas.

Escrita por Eric Coble, ‘La velocidad del otoño’ es una obra profundamente conmovedora que trata sobre la frugalidad de la vida, pero que se aborda en un tono divertido y mordaz. Lola Herrera se mete en la piel de Alejandra, una artista de alma libre, inteligente y muy testaruda, que se enfrenta a sus tres hijos que quieren, a toda costa, que se vaya a una residencia y abandone, así, la casa en la que ha vivido desde hace más de 50 años. Pero ella no está dispuesta a marcharse, aunque eso le cueste su propia vida. A su favor tiene su ingenio, su pasión por la vida y los suficientes cócteles molotov para hundir el edificio entero. Pero sus hijos tienen un as en la manga; Cris (Juanjo Artero), el hijo favorito de Alejandra, que regresa después de 20 años de ausencia para convertirse en el mediador de la familia.

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Juanjo Artero y Lola Herrera en uno de los momentos más importantes de la obra.

Partiendo del magnífico texto de Coble -con versión de Bernabé Rico-, Magüi Mira nos plantea una puesta en escena sencilla pero elegante dejando todo el protagonismo a Lola Herrera. La escenografía recrea el salón de una casa, con un ventanal al fondo, donde se ve un gran árbol. La acción gira en torno a un sofá rojo y durante toda la obra, madre e hijo conversan sentados en el sofá o a su alrededor. ‘La velocidad del otoño’ es una historia donde Lola Herrera brilla en todo su esplendor encarnando a un personaje maravilloso con el que muchísimas mujeres se van a sentir plenamente identificadas. El día que asistí a la función era curioso ver las caras de todas esas señoras emocionadas y también las de algunos jóvenes con los ojos empapados de lágrimas. Y es que Coble mete el dedo en la llaga en ‘La velocidad del otoño’ abordando un tema muy espinoso que todos, tarde o temprano, vamos a vivir en nuestras propias carnes. Esta, precisamente, es una de las claves del éxito de la obra. Todo el mundo llega a sentirse identificado con esa madre y con ese hijo.

A lo largo de setenta minutos que dura la función, Lola Herrera nos ofrece momentos inolvidables, marca de la casa. Es muy emotiva la escena en que ella abre su corazón y confiesa su temor a dejar de ser libre. Es, quizás, el momento cumbre de toda la obra. Alejandra es consciente de que está perdiendo su mayor tesoro; la ansiada libertad. Ella se enfrenta a todos sus miedos, y una Lola Herrera espléndida y, en carne viva, suelta unas frases desgarradoras que llegan al alma. Al principio de la historia, el personaje se muestra lleno de miedos e inseguridades pero, a medida que transcurre la obra y va charlando con su hijo Cris, ella va madurando y adquiriendo las armas necesarias para afrontar la temible vejez. Es preciosa la relación que tienen madre e hijo porque ambos son almas libres que se entienden a la perfección. Las escenas en las que se muestran el cariño mutuamente están llenas de ternura. Hay un momento especialmente hermoso en que Lola Herrera se levanta, se le ilumina la mirada, y despliega sus brazos añorando épocas doradas,  como cuando ella y Cris visitaban el Museo Sorolla, siendo éste un crío. 

Por supuesto quiero destacar también el gran trabajo que realiza Juanjo Artero metiéndose en la piel de Cris. No es nada fácil dar la réplica a Lola Herrera y estar a su altura, pero el actor supera el reto con nota. Precisamente la química entre ellos es otro de los pilares del éxito de la obra. Te llegas a creer en todo momento que son madre e hijo y es evidente la complicidad que tienen ambos sobre el escenario y, eso, se transmite a los espectadores. Juanjo Artero tiene varios momentos brillantes, pero hay uno que es especialmente emotivo que es aquel cuando relata el accidente de moto que presenció en Suiza y no fue capaz de socorrer a la víctima. En ese preciso instante se da cuenta de que tiene que volver a casa y estar al lado de su madre. Y así comienza la historia, con el encuentro entre ambos. 

‘La velocidad del otoño’ no se puede entender sin Lola Herrera, una mujer que cuenta sus obras por éxitos y que llena, día tras día, el teatro Bellas Artes. 

Aldo Ruiz

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