CALIFICACIÓN.- NOTABLE: 7
Del 30 de mayo al 7 de julio, en el Teatro de la Abadía se representa ‘El traje’, una magnífica comedia negra de Juan Cavestany, protagonizada por Javier Gutiérrez y Luis Bermejo. Un montaje que regresa a los escenarios diez años después de llevarse a escena por primera vez. Y lo hace con gran éxito de crítica y público, colgando el ‘sold out’ desde el día de su estreno y obligando a ampliar una semana más al teatro debido a la enorme demanda de entradas.
‘El traje’ está ambientada en el primer día de rebajas de unos grandes almacenes. Al abrir las puertas, decenas de personas entran en tropel con el fin de conseguir las mayores gangas. De pronto, hay un accidente. En medio de esa vorágine, un hombre (Javier Gutiérrez) y una señora se pelean por la misma prenda, un traje de lo más normal. Esta última quedaba malherida tras el incidente. La acción comienza en el sótano de esos grandes almacenes. Allí, un vigilante de seguridad (Luis Bermejo) interroga el hombre que vino a comprar el traje (Gutiérrez) y le pregunta por lo que ocurrió exactamente, con toto tipo de detalles. Un interrogatorio que llega a desesperar a aquel buen hombre.
Juan Cavestany confecciona una comedia negra delirante, llena de humor absurdo y surrealista, en la que el ritmo es trepidante de principio a fin, y en la que los espectadores se lo pasan en grande con las geniales actuaciones de sus dos protagonistas. El dramaturgo madrileño nos cuenta una historia basada en un traje aparentemente, pero que habla de los anhelos y las miserias humanas. En un texto mordaz y realista, aborda la voracidad del sistema que nos convierte en depredadores.
Lo mejor de ‘El traje’, sin duda, es el brillante duelo interpretativo que nos brindan dos de los mejores actores de este país, Javier Gutiérrez y Luis Bermejo. El ganador de dos Goyas a ‘Mejor Actor Protagonista’ se mete en la piel de Juan Francisco, un pobre constructor de poca monta, casado y padre de un hijo adolescente. Bermejo, por su parte, interpreta a Ricardo, el vigilante de los almacenes, un tipo infeliz, muy simplón y tontorrón, que ha sido abandonado por su mujer y quiere hacerse amigo a toda costa de Juan Francisco.
Ambos están geniales en todo momento, derrochando vis cómica en todas y cada una de las situaciones absurdas, hilarantes y rocambolescas que plantea Cavestany y que parecen sacadas de una película de Berlanga. A lo largo de los 75 minutos que dura la función, Bermejo y Gutiérrez -que demuestran una gran complicidad sobre las tablas-, dan una lección de interpretación sabiendo transmitir, en cada uno de sus diálogos y en la expresión corporal, ese patetismo inherente en sus dos personajes.

Además de firmar el magnífico texto, Cavestany se encarga también de la dirección, potenciando en todo momento el trabajo interpretativo y sabiendo que está ante dos pesos pesados de la interpretación, que sacan petróleo de cada uno de sus diálogos. Destacar en la puesta en escena la escenografía de Mónica Boromello, que recrea a la perfección ese sótano de los grandes almacenes, que produce una atmósfera asfixiante; el espacio sonoro de Nick Powell y el diseño de luces de Eduardo Vizuete.
Lo mejor: el genial duelo interpretativo de Javier Gutiérrez y Luis Bermejo que nos regalan momentos que son oro puro.
Lo peor: Gutiérrez y Bermejo son tan buenos que, a veces, se recrean y abusan de ciertos tics de los personajes que causan las risas y las carcajadas de los espectadores (especialmente Bermejo).