CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8’5
En la sala Arapiles se representa ‘Óscar o la felicidad de existir’, sin duda, uno de los monólogos más hermosos que hemos visto en este 2019. Eric-Emmanuel Schmitt, el autor contemporáneo francés más representado dentro y fuera de su país, nos brinda un texto emotivo y conmovedor sobre los últimos días de la vida de Óscar, un niño que padece leucemia. Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige brillantemente este montaje, que está protagonizado de manera excepcional por Mona Martínez. A lo largo de noventa minutos, la actriz nos deleita dando vida a Óscar, a Mami Rosa y a otros ocho personajes en un extraordinario ejercicio de interpretación.

Mona Martínez nos deleita con una maravillosa interpretación
Una de las cosas más duras de este mundo es la enfermedad terminal de un niño. A priori, escribir un texto sobre este tema puede resultar excesivamente doloroso, pero Eric-Emmanuel Schmitt ha sabido darle la vuelta y convertir su obra en un canto a la vida, al amor y a la imaginación. ‘Óscar o la felicidad de existir’ es, por encima de todo, una historia de superación personal; la de un niño enfermo de leucemia que, con solo 10 años, es consciente de que le quedan muy pocos días de vida. A partir de ahí, comienza el capítulo final de este cuento. Un viaje cargado de emoción, coraje y grandes dosis de humor. Un ingrediente -este último- totalmente necesario, y que el autor utiliza de manera muy inteligente para digerir tanto dolor.
Para contarnos la historia de Óscar, Eric-Emmanuel Schmitt se apoya en un personaje fundamental; Mami Rosa. Sin ella, nada sería lo mismo. Mami Rosa es una voluntaria que, todos los días, acude al hospital a visitar al pequeño Óscar y al resto de sus compañeros. A través de la imaginación y la creatividad, Mami Rosa le hará el camino mucho más ‘fácil’ al pequeño en sus últimos días de vida. Ella se inventa que, en el pasado, fue una deportista de lucha libre y le cuenta a Óscar un sinfín de historias que éste escucha con atención haciéndole volar su imaginación. También aconseja al pequeño que le escriba una carta a Dios pidiéndole ayuda. De esta forma, Eric-Emmanuel Schmitt estructura el texto en función de las 14 cartas que Óscar escribe a Dios en sus últimos días de vida. Cartas muy emotivas con las que el pequeño se desahoga y expresa sus miedos y sus sentimientos.
Juan Carlos Pérez de la Fuente, el director del montaje, ha creado una escenografía muy visual. Al fondo del escenario, hay una pared compuesta de paneles de madera, de distintos tamaños, todos ellos de forma rectangular. En cada uno de ellos, un número, del 1 al 14, diseñado en letras de neón rosa. Cada uno de los números se va iluminando a medida que Óscar va leyendo las catorce cartas. Pérez de la Fuente ha hecho un excelente trabajo en la dirección ofreciéndonos una puesta en escena sencilla, elegante y plena de efectividad, utilizando paneles de madera para recrear los pasillos del hospital, y potenciando en todo momento la interpretación de Mona Martínez, el verdadero pilar de este montaje.
Mona Martínez realiza una actuación extraordinaria. A lo largo de noventa minutos, la actriz despliega todo su potencial interpretativo para dar vida al pequeño Óscar y al resto de sus amigos. No es nada fácil meterse en la piel de un niño de diez años y, más en su delicada situación, pero Mona logra transmitir a la perfección todas y cada una de las expresiones de un niño de esa edad; las muecas, los gestos, su alegría, sus enfados, su tristeza… Y, todo ello, sin el recurso fácil de caer en la pena. Los espectadores, en todo momento, empatizan con su interpretación. Mona nos deleita en la piel de Óscar y Mami Rosa, y también nos saca una sonrisa interpretando a sus amigos del hospital; Bacon, Palomitas, Sarita (La China), Peggy Blue (la niña de la que se enamora), los padres de ésta, Barbarita (La trisómica), al Doctor Düsseldorf, y a sus propios padres.
La actuación de Mona Martínez alcanza cotas de gran emoción e intensidad. Una de las escenas más potentes de la obra es cuando Dios se le aparece a Óscar y le hace revivir la primera de vez de las cosas más bonitas del mundo. Es un momento realmente brillante y profundamente conmovedor que refleja perfectamente el espíritu de la obra: A pesar de que le restan escasos días de vida… a pesar del inmenso dolor, Óscar es capaz de encontrar la felicidad de existir. En una actuación plagada de grandes momentos, tenemos que destacar también el monólogo final, pleno de emoción, cuando Mami Rosa recuerda al pequeño, una vez que éste ya no se encuentra entre nosotros. En ese instante, las lágrimas se apoderan del patio de butacas de la sala Arapiles y todos los espectadores premian a Mona Martínez con una cerradísima ovación.
Aldo Ruiz
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