CALIFICACIÓN.- SOBRESALIENTE: 9
Última semana para ver uno de los montajes más originales e inteligentes de lo que llevamos de año. El Teatro del Barrio acoge hasta el 29 de Octubre, ‘Distancia Siete Minutos’, una obra espléndida escrita, dirigida e interpretada por Diego Lorca y Pako Merino que aborda, en clave de humor, temas tan importantes como la felicidad, la justicia y la falta de comunicación entre las personas. ‘Distancia Siete Minutos’ es una de esas obras IMPRESCINDIBLES que nadie debería perderse.

Pako Merino y Diego Lorca haciendo uso de esas mesas transformadas en pizarras, a las que tanto uso se les da en ‘Distancia Siete Minutos’.
Uno sale de ver ‘Distancia siete minutos’ con la sensación de haber visto algo diferente, un montaje con sello propio. Ya no solo por la emoción de la historia en sí, sino también por su inteligente forma de estar narrada y por su brillante puesta en escena. Es la primera vez que tengo el placer de disfrutar con una obra de Titzina Teatro y reconozco que me ha conquistado esa forma suya tan especial de transmitir las emociones. A lo largo de ochenta minutos, Diego Lorca y Pako Merino (dramaturgos, directores y también actores) se sumergen en la historia de Félix, un juez que está a punto de cumplir los cuarenta años y que, aparentemente, podría ser un hombre de éxito pero que, ahondando en su vida, vemos que está ‘plagada’ de traumas que le impiden ser feliz. Con diálogos audaces y cargados de sentido del humor y mucha naturalidad, Lorca y Merino nos van contando paralelamente y, de forma alternada, la complicada relación que tiene con Félix con su padre -desde que su madre murió trágicamente- y los distintos juicios a los que tiene que hacer frente en su lugar de trabajo.
El arranque de la obra es muy potente. Los dos autores nos atrapan ya de entrada con una batería de testimonios de distintos acusados en la sala donde Félix ejerce de juez. Es un inicio original y muy divertido en el que Diego Lorca se mete en la piel del magistrado mientras Pako Merino interpreta fantásticamente a todos esos personajes variopintos que están allí porque haber cometido un delito. Entre ellos, un señor que iba borracho e insultó a dos policías pero que no se acuerda de nada; otra señora que ha tenido un rifirrafe con una vecina a la que no soporta; unos catetos que se van del restaurante sin pagar porque no les gustó el primer plato o dos amigos que robaban perfumes en un centro comercial. Estos son algunos de los testimonios en los que Merino se desdobla. Son todos ellos muy divertidos y resumen muy bien el estilo de Titzina Teatro; hablar de temas importantes y trascendentes en ámbitos más o menos cotidianos pero, sobre todo, con mucho sentido del humor. Aparte de estos testimonios más simpáticos, a lo largo de la obra, también presenciaremos otros dos más extensos y más dramáticos como es el caso de ese padre que no le pasa la manuntención a su hija o de ese hijo perturbado que tiene dictada una orden de alejamiento hacia su madre.
Como señalábamos anteriormente, todos esos hechos que transcurren en el Juzgado se van alternando con la vida de Félix, quien tiene que abandonar su casa temporalmente por una invasión de termitas (genial Pako Merino encarnando al técnico de la empresa de plagas) e instalarse en la casa de su padre, también interpretado por Merino. Padre e hijo apenas tienen relación desde la madre murió hace trece años. Poco a poco, con el transcurrir de la obra, vamos viendo cómo evoluciona esa relación, prácticamente inexistente al principio y cómo va creciendo la tensión a medida que van pasando los días de convivencia. La escena cumbre llega cuando Félix, muy alterado -espléndido Diego Lorca- le reprocha al padre por qué no quiere hablar nunca de su madre y le pide explicaciones sobre cómo ocurrió la muerte.

Pako Merino -agachado debajo de la mesa- interpretando al técnico de plagas que va a visitar la casa de Rubén (Diego Lorca, de pie).
Hay que alabar el espléndido trabajo que hacen Diego Lorca y Pako Merino como intérpretes, así como en la dramaturgia y en la dirección. No solamente han escrito una buena historia y nos la cuentan de forma original, sino que además nos la transmiten brillantemente. Ambos nos ofrecen una puesta en escena sensacional, -que te mantiene alerta en todo momento-, con unas transiciones muy rápidas y originales, con un magnífico diseño de luces por parte de Miguel Muñoz y una logradísima ambientación sonora de la mano de Jonatan Bernabeu. También hay que destacar el extraordinario juego que le sacan a la escenografía, compuesta únicamente por un sofá, dos mesas de despacho y el suelo recubierto de piedrecitas grises. Esos elementos -simples y sencillos- se van moviendo y transformando en los distintos habitáculos donde tiene lugar la trama: la casa de Félix, el juzgado, las diferentes estancias de la casa familiar -comedor, terraza, etc…- o en unas pizarras -que juegan un papel fundamental en la narración de la historia-.
Además de ser una magnífica experiencia teatral, ‘Distancia siete minutos’ también nos invita a la reflexión porque aquí se aborda un tema tan importante como es la felicidad. ¿Qué necesitamos las personas para ser felices?. Porque, a veces, teniéndolo todo como es el caso de Félix (casa, trabajo, dinero, una buena situación social, etc…) nos falta lo más importante. Y es que, en muchas ocasiones, algunos acontecimientos o traumas del pasado nos impiden conseguir ese ansiado fin como nos cuentan en ‘Distancia siete minutos’. Con una enorme naturalidad y grandes dosis de emoción -aunque sin meter el dedo en la llaga y recrearse en el dolor- Diego Lorca Pako Merino nos acercan a otros temas vitales como son la justicia y la falta de comunicación entre las personas. ¿Cuántas situaciones trascendentales en nuestras vidas no se resolverían si nos sentásemos a hablar tranquilamente?. Si quieres encontrar respuestas a todas estas cuestiones y emocionarte con una historia escrita y dirigida con sello propio no dejes pasar la oportunidad y vete a ver ‘Distancia siete minutos’.
Aldo Ruiz
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