‘LA COCINA’: PERIS-MENCHETA DIRIGE A VEINTISÉIS ACTORES EN UN DESCOMUNAL MONTAJE; UNA COLOSAL OBRA DE INGENIERÍA TEATRAL

CALIFICACIÓN.- EXTRAORDINARIA: 10

El Teatro Valle Inclán acoge ‘La Cocina’ de Arnold Wesker, adaptada y dirigida por Sergio Peris-Mencheta. Hasta el 30 de diciembre se puede disfrutar de esta obra impresionante ambientada en el Londres de los años cincuenta y que está protagonizada por veintiséis fantásticos actores. Silvia Abascal, Alejo Sauras, Diana Palazón, Roberto Álvarez, Xavier Murua, Marta Solaz, Ricardo Gómez, Aitor Beltrán o Almudena Cid son algunos de los nombres más destacados del maravilloso elenco que se deja la piel en esta mastodóntica y deshumanizada cocina. 
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Maravillosa la estética de ‘La Cocina’ gracias, entre otras cosas, al precioso vestuario de Elda Noriega. Fotografías: marcosGpunto.

Sobrepasado y aturdido por la espectacularidad de la obra y aún digiriendo lo que acabo de ver, quiero empezar este artículo dando dos noticias; una buena y otra mala. La buena es que todavía queda más de un mes para disfrutar de esta extraordinaria propuesta. La mala es que ya está todo agotado y no queda ni una sola entrada. Y no es de extrañar porque estamos ante una de las obras que más expectación ha levantado en los últimos tiempos. Sergio Peris-Mencheta, uno de los grandes talentos de nuestro teatro, es el encargado de adaptar y dirigir el fabuloso texto de Arnold Wesker poniéndose al frente de veintiséis actores, nada más y nada menos. El resultado es realmente asombroso. ‘La Cocina’ es uno de esos montajes que se recordarán por mucho tiempo. 

La obra está ambientada en el Londres de los años 50, en plena posguerra. Ese es el marco elegido por Wesker para recrear esta metáfora del mundo en que vivimos, mezclando a veintiséis personajes de diferentes culturas y nacionalidades, obligándoles a colaborar y a convivir en torno al epicentro de un restaurante de mil comensales diarios, donde trabajan y se deshumanizan día a día -La deshumanización es, precisamente, una de las grandes líneas argumentales en las que se basa el autor-. Para Wesker, el mundo es como una gigantesca cocina donde los hombres van y vienen y no pueden quedarse el tiempo suficiente para comprenderse, y donde cualquier tipo de relación (amistad, amor, odio) es completamente efímera y está condenada al fracaso. 

Peris-Mencheta ha captado de forma magistral la esencia y la profundidad del texto y nos brinda un descomunal montaje en el que lo más complicado, sin duda, es enfrentarse a la dirección de veintiséis actores al mismo tiempo, en un espacio concebido en 360 grados, con continuas entradas y salidas, y donde la acción se desarrolla paralelamente en distintos puntos del escenario. Es un reto mayúsculo poner en escena un texto con tantísimo diálogo, dotado de un ritmo trepidante, y con múltiples personajes que manejan distintos acentos y gestos. Además, era de vital importancia darle a cada personaje su sitio y que no se perdiera ningún detalle ni ningún matiz, y esto también se ha conseguido. Si analizas el montaje minuciosamente y en su totalidad llegas a la conclusión de que lo que ha hecho Peris-Mencheta es una auténtica barbaridad, un trabajo de chinos que solo una mente privilegiada como la suya puede llevar a cabo y, además, con enorme maestría. 

Es un deleite contemplar cómo se mueven los actores a lo largo y ancho del escenario, aprovechando todos y cada uno de los rincones del mismo. Soberbio el trabajo realizado por Chevi Muraday diseñando el movimiento de ‘La Cocina’ y regalándonos una coreografía de alta escuela. No quiero olvidarme tampoco de la espléndida iluminación de Valentín Álvarez, el maravilloso vestuario -sobre todo el de ellas- y el espacio sonoro. En realidad, todo es redondo en esta propuesta. ¡Y qué decir de la gigantesca cocina creada por Curt Allen Wilmer! Realmente portentosa. No le falta el más mínimo detalle. Es más que una escenografía: es el corazón mismo de la obra. 

Y es que’La Cocina’ es un montaje mastodóntico que te deja exhausto durante las dos horas y veinte que dura. A veces, tienes la sensación de que estás viendo un partido de tenis moviendo la cabeza de un lado a otro, sin parar, y sin saber donde fijar tu mirada, dada la cantidad de cosas que están ocurriendo al mismo tiempo en distintos puntos del escenario. ¡Cuántas sensaciones! ¡Qué cantidad de información! Es increíble estar allí sentado siendo testigo de todo lo que está ocurriendo en ese fascinante micromundo creado por Wesker  y Peris-Mencheta. 

Ya desde el comienzo te quedas atrapado en esa cocina -que es como un huracán del que no puedes escapar- con esa larguísima escena inicial en la que, poco a poco, van apareciendo los diferentes personajes y se van presentando. Veintiséis personajes fantásticos y perfectamente definidos, con entidad propia y muy reconocibles. Durante toda la primera hora de la obra asistimos a los preparativos de lo que va a ser el momento cumbre: la comanda de las comidas del mediodía; una escena que se desarrolla a un ritmo frenético y se prolonga durante varios minutos. Los gritos, las carreras y la desesperación son los protagonistas absolutos de esta escena brutal, sin duda, la mejor de la obra. Quiero destacar la brillante utilización por parte de Peris-Mencheta de microsecuencias a cámara lenta -con una factura estética maravillosa- que ayudan a respirar y a digerir toda aquella vorágine que se nos está viniendo encima. De ahí se pasa al descanso, al merecido reposo -antes de que llegue la cena- que nos ofrece momentos inolvidables como la actuación de ‘Lili Marleen’ por parte de Marta Solaz, la potentísima escena protagonizada por Xabier Murua donde se habla de los sueños o la canción griega que supone una explosión de alegría y alboroto en medio de tanta crudeza. 

Y, por supuesto, en ‘La Cocina’ hay que destacar la grandísima interpretación de TODOS LOS ACTORES. El alma de cada personaje está perfectamente radiografiado gracias al esfuerzo de cada uno de los intérpretes que se dejan la piel en el escenario. Porque en esa cocina se derraman -literalmente- sangre, sudor y lágrimas. A pesar de que es una obra coral, en la que todos están a un enorme nivel, quiero subrayar el carisma y la frescura de Ricardo Gómez que brilla como el pinche Mangolis. El niño protagonista de ‘Cuéntame’ ya se ha hecho mayor y se ha convertido en un gran actor que cautiva al público con su divertido acento chipriota y su enorme desparpajo. Ricardo está sensacional al igual que Aitor Beltrán que, dando vida a  Dimitri -el otro pinche de la cocina- se convierte en otra de las grandes sorpresas del elenco. Beltrán es todo un descubrimiento. 

Destacar también a Paloma Porcel, maravillosa como Bertha, -la cocinera entrañable que es un poco la mamá de todos-; Mario Tardón, magnífico encarnando a Ramone, un repostero italiano que desborda simpatía y buen humor. Enorme Javivi que nos conmueve en su enfrentamiento con Peter. Xenia Reguant, estupenda como Violet, una de las camareras más divertidas de esa cocina -que al final saca las garras en una impactante escena-. Me quedo también con la elegancia de Marta Solaz, con una sorprendente Almudena Cid -me ha gustado mucho su debut sobre las tablas en el papel de la dulce y sensible Molly-; con el buen hacer y el porte de Víctor Duplá -que borda su personaje de canalla- y está espléndido como siempre, al igual que Pepe Lorente como Hans, el otro alemán de la cocina. En realidad todos los actores están fantásticos aunque no tengan papeles demasiado largos. Es el caso de la guapísima Diana Palazón que nos cautiva dando vida a Gwen -la sexy camarera peliroja-, los solventes Alejo Sauras y Roberto Álvarez -encarnando al chef- o el gran Luis Zahera que brilla en la piel del dueño del restaurante.

He querido dejar para el final a Silvia Abascal y Xabier Murua. Los dos están inmensos. Ella se mete en la piel de Monique, una enigmática camarera francesa que tiene a loco a Peter (Murua), un cocinero alemán muy controvertido. Peter y Monique son como dos volcanes en erupción, que tienen una relación de amor odio y protagonizan múltiples discusiones a lo largo de toda la obra. Abascal derrocha clase y magnetismo con su particular acento francés y su elegancia al desplazarse de un lado al otro del escenario, desprendiendo aura en cada uno de sus pasos. Es un verdadero placer volver a verla sobre las tablas. ¡Y qué decir de Xabier Murua, soberbio en la piel de Peter!. Este señor es un pedazo de actor, con una fuerza increíble y unos ojos cristalinos que lo expresan todo. Murua da una lección interpretativa metiéndose en la piel de ese hombre visceral y atormentado. Suyos son algunos de las mejores momentos de la obra como ese monólogo que se marca hablando de los sueños o la desgarradora escena final. 

Completan el reparto Javier Tolosa, Ignacio Rengel, Óscar Martínez, Fátima Baeza, Carmen del Valle, Natalia Mateo, Patxi Freytez, Romans Suárez-Pazos, Nacho Rubio y José Emilio Gimeno. El brillantísimo trabajo actoral es una de las piedras angulares de este montaje arriesgado y tremendamente complejo que habría que ver más de una vez para apreciarlo en su totalidad. Un montaje en el que la maquinaria está perfectamente engrasada gracias al toque genial de Perís Mencheta que, en ‘La Cocina’, construye una colosal obra de ingeniería teatral. 

Aldo Ruiz

Fotografías: marcosGpunto


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