CALIFICACIÓN.- EXTRAORDINARIA: 9’5
Tras el enorme éxito cosechado por ‘La Piedra Oscura’, Alberto Conejero cambia de registro y nos deleita con una desternillante y emotiva comedia basada en la famosa novela ejemplar de Cervantes; ‘Rinconete y Cortadillo’. En ella, Rulo Pardo y Santiago Molero interpretan, de forma genial, a los dos protagonistas de una pieza absolutamente brillante, dirigida por Salva Bolta, y que se representa en la Sala Negra de los Teatros del Canal.

Santiago Molero y Rulo Pardo protagonizan magistralmente ‘Rinconete y Cortadillo’
Alberto Conejero vuelve a destapar el tarro de sus mejores esencias para deslumbrarnos con otra de sus pequeñas joyas; ‘Rinconete y Cortadillo’. Una historia tremendamente especial, divertida e ingeniosa. Una de esas delicatessens que solo podían salir de la pluma de este genial dramaturgo. Basándose en la novela ejemplar de Cervantes, el autor sitúa a los protagonistas varios años después, presentándoles como víctimas de la imagen que Cervantes ha dado de ellos en la ficción. Pedro del Rincón y Diego Cortado son ya dos hombres envejecidos que reclaman justicia por lo que ellos consideran una historia repleta de falsedades e injurias. Tal es su sed de venganza que, se presentan en la corte de Madrid, para que el rey interceda por su causa. Pero lejos de la realidad, allí son encarcelados y, entre rejas, los dos pícaros rememorarán las andanzas y desventuras de esos dos personajes que les han llevado a la gloria.
En un texto exquisito -compuesto de diálogos ágiles y precisos- e impregnado de poesía, Conejero lanza dardos envenenados contra el sistema político actual y hace una crítica feroz a las clases corruptas sobre las que se asienta nuestra sociedad. Con estos excelentes cimientos, Salva Bolta crea un montaje espléndido sustentado en una elegantísima dirección, una maravillosa puesta en escena y escasos elementos escenográficos (un baúl, una silla roja, una muleta, un tapiz y un cuadro al fondo). Si a esto le sumamos la magnífica ambientación musical de Mariano Marín y la preciosa iluminación de Zabaleta, el resultado es una auténtica delicia.

Rulo Pardo y Santiago Molero en una de las escenas más divertidas de la obra, cuando los dos pícaros se conocen en la venta.
El trabajo que hace Bolta es realmente sensacional. Inteligentemente, el director deja que el texto de Conejero fluya dejando el protagonismo a esos dos monstruos de la comedia que son Rulo Pardo y Santiago Molero. Dos cómicos en mayúsculas, dos extraordinarios clowns que derrochan talento y demuestran que lo suyo es estar encima del escenario haciéndonos reír… y también llorar. Rulo y Santiago son dos extraordinarios actores que llevan veinte años provocándonos risas y carcajadas con su compañía ‘SEXPEARE’. Y, aquí, aupados por la brillantez de Bolta y Conejero, nos brindan momentos realmente sublimes como el encuentro de unos diminutos Rinconete y Cortadillo con el gigante Cervantes, o la escena en la que nuestros dos protagonistas se conocen en la venta. ¡Qué recital de interpretación gestual por parte de ambos! ¡Impresionante!. Estos dos hombres tienen una vis cómica descomunal y lo demuestran en cada una de sus recreaciones y, si no, solo hay que ver el sketch de Santiago Molero desdoblándose en la piel de un gallego o de un patriarca gitano, o la desternillante forma de Rulo Pardo de comer zanahoria. ¡Absolutamente genial!.

Hermosísima imagen de Rulo Pardo. ¿Hay algo más conmovedor que los ojos tristes de un payaso?
‘Rinconete y Cortadillo’ es una auténtica maravilla, una de esas historias con la que disfrutas de cada detalle, de cada gesto, de cada palabra. Una de esas piezas que, a medida que pasan las horas, cobran más significado en el corazón y se aferran al alma. Divertida y emocionante a partes iguales, la obra nos permite descubrir a dos tipos realmente entrañables, dos héroes atípicos que nos cautivan, no por sus grandes hazañas, sino por su simpatía y su nobleza. Desbordante de humor e ingenio, ‘Rinconete y Cortadillo’ es un sentido homenaje a los cómicos, a esas personas que, tras el maquillaje y la eterna sonrisa, esconden grandes miserias. A lo largo de cien minutos, Conejero rinde tributo a estos dos perdedores firmando una preciosa historia que rezuma ternura y humanidad por todos sus poros, y que concluye con uno de los finales más hermosos que he visto en una sala de teatro, porque… ¿hay algo más conmovedor que los ojos tristes de un payaso?.
Aldo Ruiz
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