CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8’8
El teatro Valle Inclán se viste de gala para acoger uno de los grandes acontecimientos teatrales de 2015; la adaptación de ‘Los Hermanos Karamázov’. Gerardo Vera dirige esta extraordinaria versión de la famosa novela de Dostoievski, con un reparto encabezado por Juan Echanove en la piel de Fiódor Karamázov.

Juan Echanove y Antonio Medina en una de las primeras escenas de la obra.
Recuerdo cuando leí ‘Los Hermanos Karamázov’. Yo tenía catorce años y me quedé realmente fascinado con la historia de Dostoievski, un relato marcado por el odio, la muerte, las ambiciones y las relaciones perversas que giran en torno a un terrateniente cínico y desalmado –Fiódor Karamázov-, y a sus tres hijos. En él, Dostoievski consigue retratar magistralmente a la sociedad rusa de mediados del siglo XIX y reflejar las preocupaciones filosóficas y religiosas que lo inquietaban, tales como la necesidad de lograr la hermandad universal y la importancia de tener un sentimiento religioso auténtico.
Y la verdad es que, viendo este espléndido montaje, he tenido las mismas sensaciones que cuando leí la novela. Y eso, que no era nada fácil llevar a los escenarios una de las obras más importantes de la literatura universal, pero tengo que reconocer que tanto José Luis Collado, en la adaptación, como Gerardo Vera, en la dirección, han hecho un trabajo sensacional y consiguen superar el reto con nota. En un largo proceso creativo conjunto, ambos han convertido esta obra maestra de la literatura en una excepcional pieza de teatro. Lo que me encontrado en el Valle Inclán es todo aquello que sentí siendo tan solo un muchacho. A pesar de las tres horas y cuarto que dura la función, la historia se desarrolla con fluidez y no se hace pesada, aunque algunas escenas se prolongan más de lo que deberían. Creo, sinceramente, que tanto el director como los actores, han logrado plasmar, de forma muy fidedigna, el espíritu del genio ruso.
Gerardo Vera nos propone una brillante puesta en escena donde predomina la sobriedad y la elegancia, con unas hermosas transiciones y sin apenas escenografía. El espacio escénico representa un caserón ruso con varios ventanales; un espacio de grandes dimensiones, con un pasado presuntamente lujoso y actualmente venido a menos, que refleja la decadencia moral de los Karamázov. En esta puesta en escena, juega un papel fundamental la maravillosa iluminación diseñada por Juan Gómez-Cornejo y las fantásticas proyecciones de Álvaro Luna, quien logra efectos muy bonitos como los de la nieve.
Este proyecto se gestó en un encuentro de Juan Echanove y Gerardo Vera. Así lo cuenta el propio director. “Los hermanos Karamázov empezaron a convertirse en realidad un día en que, sentado en un café con Echanove, de pronto vi aparecer en sus ojos el brillo de la inspiración y tuve el convencimiento de que este desafío común empezaba a apoderarse de él como ya se había apoderado de mí. No había vuelta atrás: Fiódor Karamázov estaba sentado frente a mí”. Y lo cierto es que, la elección de Vera no ha podido ser mejor, porque el actor está inmenso en la piel de ese padre cruel y despiadado. Echanove es, sin duda, el alma de esta obra y devora el escenario en cada uno de sus diálogos, a través de feroces zarpazos, en los que se deja literalmente la vida.
Le secundan unos fantásticos Óscar de La Fuente, genial dando vida a Smerdiakov, -uno de los mejores personajes de la historia-, Markos Marín como Iván Karamázov, y Ferran Vilajosana, magnífico en la piel de Alekséi, el menor de la saga, que nos regala un bellísimo monólogo final, tremendamente emotivo y conmovedor. Fernando Gil, sin embargo, me ha generado más dudas. Aunque se deja la piel sobre las tablas, me resulta poco creíble ver al showman en un registro dramático como éste, interpretando a Dimitri, el primogénito de los Karamázov. Cierran el fabuloso reparto Antonia Paso, Marta Poveda, Lucía Quintana, Chema Ruiz, Eugenio Villota, Abel Vitón y Antonio Medina, magistral en la piel del Padre Zosima.
‘Los hermanos Karamázov’ son tres horas y cuarto de puro teatro, un fascinante viaje a la Rusia del siglo XIX para sumergirse en el inquietante universo de Dostoievski, una oportunidad única para ver una de las grandes obras de la literatura universal por primera vez sobre un escenario. Un acontecimiento realmente extraordinario.
Aldo Ruiz
Fotografías: Sergio Parra