‘LA REINA DE LA BELLEZA’: MARÍA GALIANA Y LUCÍA QUINTANA, ESPLÉNDIDAS AMBAS, PROTAGONIZAN UN VIBRANTE DUELO INTERPRETATIVO EN UN DESCARNADO DRAMA IRLANDÉS DE MARTIN MCDONAGH

CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8

Hasta el 28 de julio, en el Teatro Infanta Isabel se representa ‘La reina de la belleza de Leenane’, ópera prima del dramaturgo irlandés Martin McDonagh, un potente drama familiar que aborda temas tan importantes y espinosos como la soledad, las relaciones materno filiales, la salud mental o la migración. Juan Echanove dirige con solvencia este montaje brillantemente protagonizado por María Galiana y Lucía Quintana. A lo largo de una hora y cuarenta y cinco minutos, ambas nos deleitan con un vibrante e intenso duelo interpretativo, acompañadas en escena por Javier Mora y Alberto Fraga.

La historia está ambientada en el Noroeste de Irlanda, a mediados de los 90. Allí, en una casa encaramada en una colina del extrarradio de Leenane, conviven solas y desde hace 20 años Mag Folan y su hija Maureen. Sus otras dos hijas casadas viven lejos de Leenane y Maureen, que permanece soltera con 45 años, tiene que encargarse de la alimentación y demás cuidados de su madre, muy limitada de movimientos, incluso malherida en una mano.

Mag y Maureen llevan una vida rutinaria, marcada por los silencios y las mentiras. Mantienen una relación tensa y represiva y poseen un carácter amargado e hiriente. Continuamente se hacen daño la una a la otra, sacando a la luz los trapos sucios del pasado, que se van desvelando a lo largo de la obra. El monótono día a día de ambas mujeres se ve alterado por el regreso a Leenane de Pato Dooley, un lugareño que trabaja en Londres y que ha venido para despedir a un tío que emigra a América. El reencuentro entre Pato y Maureen tendrá consecuencias dramáticas en la relación madre-hija y desencadenará en un abrupto final. 

‘La reina de la belleza de Leenane’ (1996) es la ópera prima de Martin McDonagh, un reconocido dramaturgo irlandés, también director de cine. En aquel año, McDonagh recibió el premio del Círculo de la Crítica Teatral británica al dramaturgo más prometedor del año y, desde entonces, esta obra se ha adaptado a múltiples idiomas, representándose en los teatros más prestigiosos del mundo. Para este montaje, ha sido Bernardo Sánchez quien se encarga con acierto de la versión.

Se trata de un texto extraordinario que transcurre en Irlanda pero que se podría extrapolar a cualquier rincón del mundo. Mismamente a muchos pueblos de la España vaciada. McDonagh ha confeccionado un relato inquietante, que te mantiene en vilo de principio a fin, y que no decae en ningún instante. En muchos momentos, y salvando las distancias, la obra nos ha traído a la mente la historia de ‘Psicosis’ de Hitchcock y esa relación enfermiza y tóxica que tenía Norman Bates (genial Anthony Perkins) con su madre. ‘La reina de la belleza de Leenane’ es una de esas obras de las que ya no se estilan: teatro del bueno, sin artificios, basado en un potente texto dramático al servicio de la actuación de los intérpretes. 

Y es, precisamente, el apartado interpretativo uno de lo puntos fuertes de este montaje más allá del texto. María Galiana y Lucía Quintana brillan en la piel de dos maravillosos personajes que, desde luego, son un caramelito para cualquier actriz. Una madre y una hija que no se soportan pero que están condenadas a entenderse. Galiana demuestra que está en plena forma a sus 89 años, brindándonos uno de sus mejores papeles teatrales, dando vida a Mag Folan, una anciana no tan desvalida como quiere hacer aparentar y que en el fondo tiene auténtico pánico de quedarse sola. De ahí, que haga todo lo que esté en sus manos para retener a su hija, cueste lo que cueste. 

Lucía Quintana, por su parte, está espléndida interpretando a Maureen, un papel que le permite exhibirse en el registro dramático. Acostumbrada a verla brillar en la comedia -este mismo año ha protagonizado ‘Es peligroso asomarse al exterior’ en el Teatro Español, Quintana demuestra que no hay reto que se le resista y saca lo mejor de sí misma -una vez más- encarnando a Maureen, una mujer atormentada y amargada, castrada por su madre, virgen a los 45 años, y que arrastra un pasado lleno de traumas. Una compleja actuación cargada de aristas que Lucía Quintana supera con sobresaliente. Completan el reparto: Javier Mora, -impecable dando vida a Pato Doolye, ese hombre que regresa a Leenane desencadenando la tragedia- y Alberto Fraga, que interpreta a Ray, el hermano de Pato, el personaje, quizás, más descafeinado de la trama. 

Juan Echanove, que en los últimos años ha dirigido varios montajes con gran acierto, se encarga de llevar a escena el texto de McDonagh y lo hace con solvencia, sencillez y clasicismo. Quizás echamos en falta un poco más de riesgo en determinados momentos de la puesta en escena (por ejemplo, en la lectura de la carta de Pato, no profundizaremos más para no desvelar spoilers) y mayor precisión en la dirección de actores (el personaje de Ray, a nuestro juicio, está como pasado de vuelta en algunos de sus diálogos y necesitaría otras directrices por parte de dirección). Dicho esto, y en líneas generales, nos ha gustado la puesta en escena, sustentada en la escenografía de Ana Garay, -también responsable del vestuario-, el magnífico diseño de luces de David Picazo y el inquietante diseño sonoro de Orestes Gas. 

Aldo Ruiz

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