CALIFICACIÓN- EXCELENTE: 8
Lolita vuelve a los escenarios en el teatro de La Latina con ‘Prefiero que seamos amigos’, una comedia romántica en la que comparte protagonismo con el actor de origen argentino Luis Mottola. Escrita por Laurent Ruquier y dirigida por la prestigiosa Tamzin Townsend. el gran reclamo de la obra es, sin duda, ver a la mayor de las Flores dando vida a Claudia, una florista de cincuenta y tantos años que, a pesar de la edad, no desiste en encontrar el amor. Su objetivo: un atractivo rubio de ojos azules llamado Valentín.

Cartel de ‘Prefiero que seamos amigos’ con Luis Mottola y Lolita
Quince años han pasado desde que Lolita se llevara el goya a la mejor actriz revelación por ‘Rencor’. Tres años más tarde, hacía su debut sobre las tablas en ‘Ana y el trópico’ y, desde entonces, aparte de trabajar en series y programas de televisión, la artista ha encontrado su sitio en el teatro. Lolita ya ha dejado de ser una revelación para convertirse en una actriz consolidada y respetada por toda la profesión. En ‘Sofocos’ se enfrentó a la comedia junto a Loles León provocándonos mil y una carcajadas. En ‘La Plaza del Diamante’ se doctoraba como actriz bordando el personaje de ‘La Colometa’, un papel dramático de muchos quilates, e incluso se ha atrevido con los clásicos en ‘Asamblea de mujeres’ y con el verso en ‘Don Juan Tenorio’. Ahora, la hija de la Faraona se adentra en un terreno desconocido hasta ahora, para ella, el de la comedia romántica, y, cómo no, sale muy airosa del reto. Porque a esta mujer no hay nada que se le resista.
En ‘Prefiero que seamos amigos’, la actriz interpreta a Claudia una mujer sexy y apasionada, que pasa la barrera de los cincuenta, y cuyo mejor amigo es Valentín, un guapo argentino de ojos azules que la vuelve loca pero que no tiene ni idea de los sentimientos reales de su amiga hacia él. Esa noche, Claudia lo cita en la floristería -de la que es la dueña- decidida a contarle toda la verdad y declararle su amor al que ha sido su mejor amigo en los últimos cinco años. Pero… ¿se imaginan la respuesta de él?. No hay que ser ningún genio para descubrirlo. «Prefiero que seamos amigos» esas son las palabras malditas que salen por su boca. A partir de aquí, la comedia se sirve en bandeja de plata, en esta obra dirigida con solvencia por Tamzin Townsend, en la que el mayor reclamo es, sin duda, ver sobre el escenario a la mayor de las Flores.

Lolita está radiante vestida de rojo y con la melena al viento.
Aparte de si puede surgir el amor entre dos amigos, Laurent Ruquier plantea también otro tema fundamental; la sensación de las mujeres de ser completamente invisibles para el sexo contrario cuando pasan de cierta edad. Este asunto puede dar mucho juego provocando múltiples enredos, sin embargo, ‘Prefiero que seamos amigos’ dista mucho de ser una comedia redonda. Aunque tiene momentos muy buenos y, algún que otro giro inesperado, es un tanto previsible y te deja con la miel en los labios de lo que podía haber sido. Lo mejor, sin duda, la presencia de Lolita, que está espléndida y te quedas con ganas de verla en una comedia más cuajada, con más enjundia, donde ella pueda mostrar todo su potencial. Pero, para eso habrá que esperar. De momento, Lolita se muestra radiante en ‘Prefiero que seamos amigos’. Con la melena al viento, guapísima y vestida de rojo, aparece la artista sobre el escenario de la Latina y nos cautiva desde el principio con sus dotes, no solo para la interpretación, sino también haciendo lo que lleva haciendo toda la vida; cantar. Tamzin Townsend saca el mayor partido de ella y la hace cantar en varios momentos de la función. Decisión muy acertada por parte de la directora porque son éstas, precisamente, algunas de las escenas más aplaudidas por el respetable.
Acompaña a la artista, el actor de origen argentino Luis Mottola, que encarna a Valentín, un rompecorazones de mirada cristalina pero que esconde un gran secreto. Mottola está magnífico en este papel que le va como anillo al dedo, dándole la réplica perfecta a Lolita. Ambos forman una estupenda pareja y la química entre ellos es más que evidente. Aunque no se le puede reprochar ni un ápice al actor, es inevitable que los ojos se vayan a la hija de la Faraona. Encima del escenario, a Lolita se la ve feliz y su expresión corporal no puede ser mejor. La artista nos embelesa, se muestra seductora, se contonea y mueve la melena con sex appeal -como lo hiciera su amiga Carmina Ordoñez-. La mayor de las Flores se divierte en el escenario y éso se nota, sonríe al público en plan cómplice, incluso, no puede aguantar la risa en varios momentos de la función. Y aunque, como hemos señalado, ésta no sea la mejor de las comedias, ¿qué más da?. Porque ahí arriba, está ella, en todo su esplendor, mostrando su arte y su gracia, conquistando no solo a su compañero de reparto, sino también a todos los espectadores. Un público compuesto en su mayoría por esas señoras que la ven todos los viernes en ‘Tu cara me suena y la observan con devoción. Durante la representación en el patio de butacas es inevitable no escuchar los susurros de sus fans; «¡ay que ver lo delgada que está!, ¡qué pelo tan bonito!, ¡está guapísima!, ¡vaya piernas!»… Los piropos se suceden, uno tras otro, durante la función. Y lo cierto es que es un placer verla sobre el escenario, con ese brillo de ojos tan característico de su madre. Lolita Flores ha encontrado su sitio por fin, y no podía ser otro, que sobre las tablas de un teatro.