CALIFICACIÓN.- EXCELENTE: 8’7
Hasta el próximo 12 de febrero se puede disfrutar de ‘Jardiel, un escritor de ida y vuelta’ en el María Guerrero, una adaptación de la inolvidable comedia de Jardiel Poncela que Ernesto Caballero se encarga de versionar y dirigir con brillantez. En esta nueva propuesta, la figura y la vida del propio Jardiel se van entrelazando con las andanzas de los tres protagonistas de esta alocada historia: Pepe, Paco y Leticia interpretados de forma sensacional por Jacobo Dicenta, Paco Ochoa y Lucía Quintana respectivamente.

Todo el equipo artístico y técnico de ‘Jardiel un escritor de ida y vuelta’.
Siempre es un enorme placer revisitar la obra de Jardiel Poncela, un creador visionario que ocupa un lugar privilegiado entre los más grandes dramaturgos del siglo XX. Jardiel fue, sin duda, el gran renovador del teatro cómico en España y en ‘Un marido de ida y vuelta’ vuelve a dejar patente su inmenso talento para el humor, ofreciéndonos una de sus comedias más brillantes, con ese estilo inconfundible que tanto le caracteriza en una hilarante historia plagada de enredos.
‘Un marido de ida y vuelta’ fue escrita por Enrique Jardiel Poncela durante el verano de 1939. En ella, Pepe (Jacobo Dicenta), marido de Leticia (Lucía Quintana), fallece repentinamente durante la preparación de una fiesta de disfraces, no sin antes hacerle prometer al apuesto Paco Yepes (Paco Ochoa) que no se casará con la viuda. Pero Paco no cumple su promesa y, dos años después de la muerte de Pepe, durante los primeros meses de su matrimonio con Leticia, comienzan a producirse sucesos extraños en la casa: la luz se enciende y se apaga, el piano toca solo y un libro de sonetos de Shakespeare cambia de lugar continuamente. El fantasma de Pepe, disfrazado de torero, comienza a hacerse visible para pedir cuentas a Paco sobre la promesa incumplida. ¿Recuperará Pepe el amor eterno de Leticia?

Una de las escenas más divertidas de todo el montaje.
Partiendo de esta rocambolesca historia, Ernesto Caballero realiza una excelente adaptación en la que destaca, por encima de todo, el gran trabajo de todo el elenco actoral encabezado por una espléndida Lucía Quintana que brilla dando vida a la sexy y caprichosa Leticia, la típica protagonista de las comedias de Jardiel sobre la que gira toda la trama y que es la causante de todos los enredos. A Quintana le van como anillo al dedo este tipo de personajes y luce radiante durante las dos horas de la función. Completan el trío protagonista unos fantásticos Jacobo Dicenta y Paco Ochoa que, en la piel de Pepe y Paco, los dos maridos de Leticia, nos regalan momentos realmente desternillantes. Lo cierto es que todos los intérpretes logran estar a la altura del humor y las gracias del mejor Jardiel: Chema Adeva, Felipe Andrés, Raquel Cordero, Paco Déniz, Luis Flor, Carmen Gutiérrez, Paloma Paso Jardiel -divertidísima como Etelvina-, Cayetana Recio, Macarena Sanz, Juan Carlos Talavera y Pepa Zaragoza. El trabajo interpretativo de todos ellos es, con mucho, lo mejor del montaje.
También me gustaría destacar otros elementos que realzan la puesta en escena de la obra, como la escenografía de Paco Azorín -que recrea los palcos de un teatro de la época-, el vestuario de Juan Sebastián Domínguez, el eficaz diseño de luces de Ion Anibal y el espacio sonoro creado por Luis Miguel Cobo. Caballero apuesta sobre seguro eligiendo a este equipo técnico que aporta toda su profesionalidad, proporcionado máxima brillantez al montaje. El único pero que le podríamos achacar a ‘Jardiel, un escritor de ida y vuelta’ es la inclusión de esas escenas – a comienzos de cada acto- con las que Caballero pretende homenajear la semblanza de Jardiel -a mi juicio, totalmente innecesarias- y que están planteadas en forma de diálogos entre el propio autor -interpretado por Jacobo Dicenta- y Eloysa (el mítico personaje creado por Jardiel) encarnado por la maravillosa Lucía Quintana. Aunque al principio le dan un cierto tono de emotividad, con el transcurso de la obra pierden el efecto sorpresa, se convierten en totalmente prescindibles y ralentizan el ritmo de una comedia que podía haber sido absolutamente redonda.
Aldo Ruiz