CALIFICACIÓN.- EXTRAORDINARIA: 9
Ayer se despedía del Teatro Lara ‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’ un magnífico retrato generacional de cinco amigos que crecieron en los años ochenta. Escrita y dirigida brillantemente por Víctor Sánchez Rodríguez, la obra –de rabiosa actualidad- ha cautivado al público y a la crítica desde que se estrenó en Valencia en 2014 y ahora está nominada a dos Premios Max.
Verdad, mucha verdad. Eso es lo que se respiraba ayer en las tablas del Teatro Lara. Había una magia muy especial – y más siendo el día en que la compañía se despedía de Madrid-. Más que una obra de teatro, teníamos la sensación de estar viviendo el aquí y el ahora de un grupo de amigos que se reencontraba tras cinco años sin verse. Pero, como en cualquier reunión de amigos, lo que se presumía como una velada divertida y agradable -recordando los viejos tiempos- acabará convirtiéndose en un indiscriminado cruce de reproches en el que nadie logrará salir indemne.
Contada con enorme realismo y una naturalidad asombrosa, ‘No nos mataremos con pistolas’ es un retrato generacional de cinco amigos que nacieron en los años 80, -los llamados mileuristas- unos jóvenes que crecieron como grandes promesas, educados en el éxito profesional y con inmensas expectativas de futuro pero que ahora se tienen que enfrentar a la cruda realidad y están ahogados por los problemas actuales (paro, drogas, desigualdad social, precariedad, incertidumbre). Estas armas son aún más destructivas que las pistolas.
En este marco un tanto desolador y a raíz de una fiesta organizada por una de ellos (Blanca) se produce la reunión de los protagonistas de esta historia. Cinco almas que en el fondo se sienten muy solas y están pidiendo ayuda a gritos, aunque no lo quieren reconocer. Cinco personas que fingen, intentando mostrar la mejor de sus apariencias, y ocultando en todo momento su situación verdadera. Pero esta pose artificial solo durará unos minutos, los suficientes para que surjan los roces entre ellos, unas chispas que, pronto se convertirán en tracas y fuegos artificiales, sacando a la luz los trapos sucios y sus miserias en un camino que se presume sin retorno.
Escrita y dirigida brillantemente por Víctor Sánchez Rodríguez, ‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’ ha obtenido un enorme éxito de crítica y público y está nominada a dos premios Max (Mejor Espectáculo Revelación y Mejor Autoría Revelación). Precisamente, uno de los puntos fuertes de este montaje es el magnífico texto –de rabiosa actualidad- y la maravillosa construcción de los personajes. Cinco perfiles muy bien dibujados y que, además, empastan perfectamente entre ellos. Blanca (Laura Romero) – la organizadora de la fiesta- es una chica dulce, aparentemente feliz, aunque la procesión va por dentro. Acaba de venirse al pueblo porque su novio le puso los cuernos cuando vivían en Londres. Marina (Lara Salvador), es una joven embarazada que, tras recorrer medio mundo en plan mochilera y comunera, fue abandonada por su novio mejicano y ha regresado a España a punto de dar a la luz. Elena (Silvia Valero) es una mujer dura, parece muy fría y vende una imagen de empresaria triunfadora, aunque en realidad se siente tremendamente sola y esconde sus penas bajo las drogas. Miguel (Bruno Tamarit) es el gay del grupo, profesor de universidad, escritor y un hombre de éxito de cara a sus amigos hasta que alguien desvela su gran secreto y se desata la tormenta. Sigfrido (Román Méndez de Hevia) es el típico machito que ha estado liado con todas las chicas del grupo. Lleva casado muchos años y aunque es muy infeliz no se atreve a dejar a su mujer.
El trabajo actoral es realmente fantástico. Yo me quedo, sin duda, con la dulzura de Laura Romero, la fuerza y la presencia escénica de Silvia Valero y el buen hacer de Román Méndez de Hevia, en un papel que no era nada fácil. Pero sobre todo quiero destacar a Lara Salvador que realiza una genial interpretación gestual, llena de gracia y frescura, y que tiene un increíble don para la comedia. ¡Si Almodóvar la viera!. Bruno Tamarit también brilla en la piel de un amargado Miguel que, en una de las escenas cumbre, nos brinda un tremendo y despiadado monólogo en el que no deja títere con cabeza.
‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’ está estructurada en seis actos (‘La bienvenida’, ‘El vermut’, ‘La sobremesa’, ‘La procesión, ‘Se nos ha ido de las manos’ y ‘A la mañana siguiente’ y nos ofrece momentos realmente sensacionales –con una carga dramática brutal- como aquel en que la discusión está en pleno apogeo y, de repente, pasa la procesión de la Virgen del Carmen y todos salen a verla… todos menos Blanca, que está desbordada en lágrimas. Es un instante mágico; el sonido de la banda de música interpretando una marcha procesional irrumpiendo en la casa y apaciguando la tormenta. El siguiente acto ‘Se nos ha ido de las manos’ también es espectacular. A ritmo de emblemáticos pasodobles (Amparito Roca, Ragón Falez) y en homenaje a Valencia –tierra de músicos donde los haya-, los protagonistas de la fiesta disfrutan de su feliz borrachera. Yo, particularmente, en este instante hubiera terminado la obra, en todo lo alto. Quizás sobraba el último acto, un tanto prescindible, porque alarga la historia de manera innecesaria. Sin embargo, esto no desmerece en absoluto la brillantez de ‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’, una espléndida obra llena de humor y, al mismo tiempo, con un fuerte poso de pesimismo. Una historia tremendamente especial, que supone un auténtico aire fresco en la cartelera madrileña. Espero que regresen muy pronto.